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BRASIL - La redescubierta de la República Misionera

Bruno Lima Rocha

Lunes 18 de agosto de 2008, por Barómetro Internacional, Bruno Lima Rocha

El tema de la identidad y defensa del Bioma de la Pampa es otra vez más un importante recurso que los pueblos gauchos tienen para reconstruir su noción de federalismo. Hoy el enemigo visible no es tanto un ejército extranjero, ni tampoco las tropas de Portugal y España, aliadas de la mitad del siglo XVIII para destruir la experiencia igualitaria de la República de los Guaraníes de los dos lados del Río de los Pájaros Pintados (Río Uruguay). El avance es de una industria de forestación, plantando árboles extraños al medio ambiente de la Campaña gaucha y secando los recursos hídricos de la tierra. El conflicto entre Argentina y Uruguay por la implantación de la pastera de Botnia en Fray Bentos es un ejemplo de cómo la transnacionalización del territorio histórico es un problema de la mayor gravedad. Hoy las papeleras avanzan en Rio Grande do Sul y en la costa del Uruguay. En la Banda Oriental, lo trágico de la situación es que ya 36% de sus tierras están en manos de propietarios extranjeros.

Esta situación de estilo “vende patria” (entreguista en portugués) contrasta con la fuerza de la identidad regional y el fenómeno del orgullo guasca de las primeras repúblicas sobre el planeta cuando la restauración vencía todas las luchas políticas en la Europa del inicio del siglo XIX. La fuerza de estas raíces, incluso en el antecedente histórico de la Gesta Federal Artiguista, tiene su matriz en la experiencia republicana y federal indígena.

El 7 de febrero es una fecha muy peleada por la izquierda social y política de los “gaúchos brasileros”. Es un pedazo de la historia del Cono Sur que aún está en disputa. Si alguien asoció el día 7 de febrero con el martirio del corregidor del cabildo de San Miguel, el cacique electo Sepé Tiaraju, acertó. Infelizmente, el Rio Grande celebra de forma no oficial el día en que una de los liderazgos de los tapes-guaraníes cayó en combate, en el Arroyo Caiboaté, cerca de la cuchilla del mismo nombre, el año de 1756. La casa de campo histórica hoy pertenece al municipio de Son Gabriel, localizado en la micro-región de la Frontera Oeste del Río Grande, otrora Misiones Orientales. La tendencia es a que este local se haga punto de romería y reivindicación de una identidad aún oculta.

Ya me referí al mismo tema en artículos anteriores, abordando el hecho histórico y la reflexión ocurrida cuando de los 250 años del martirio del indio Sepé. Insisto en el tema por entender que la historiografía brasileña, en sus diversos matices, no da cuentas de comprender el fenómeno. El caso es más profundo. Reivindicar la raíz misionera del Río Grande no es folclorismo, pero sí posicionamiento. Si la Capitanía de São Pedro (después Provincia) nació portuguesa con la fundación de la ciudad del Río Grande (litoral sur de Brasi) en la barra de la Laguna de los Patos, la nueva civilización hubiese nacido cien años antes, cuando de la fundación de las reducciones jesuíticas.

Infelizmente, tenemos una historia apenas comprendida y de cuño oficialista o economicista. Con todo respeto a las corrientes hegemónicas de la historiografía, no sé cual es la peor. La identidad de un pueblo, sus mitos fundadores y su forma de estar en el mundo es tanto o más importante que los modos de producción y circulación de bienes y servicios, o las instituciones de decisión céntricas de una sociedad. O sea, la identidad y la ideología son tan o más fundamentales que la economía y la política. Cuando resaltamos el mito de República Guaraní estamos diciendo que el Río Grande no hubiese nacido de la ocupación azoriana(de las Islas de Azores, en el Atlántico bajo posesión portuguesa) en el litoral sur y menos aún en las banderas de los mamelucos de São Paulo de Piratininga. En otras palabras, afirmar a Sepé es renegar de una versión de la historia oficial de ocupación lusa y afirmar el protagonismo de los pueblos originales y del tipo humano surgido del mestizaje.

Todo este vacío también ocurre porque dos obras fundamentales para comprender el Río Grande aún son casi desconocidas. Se tratan de los libros magistrales del gaúcho Rubens Vidal Araújo, Jesuítas de los 7 Pueblos (1990) y Tempestad sobre el Río de la Plata (1993). El abogado, periodista y escritor natural de la ciudad histórica de Cachoeira do Sul, narra la historia de la Campaña bajo otro punto de vista, partiendo de fuentes originales y sin prejuicios economicistas. Aplicados como lectura obligatoria en las invernadas de los Centro de Tradiciones Gaúcha (CTGs), cambian la concepción popular de la formación de la región.

Esta forma de narrativa, aunque poco reconocida en Brasil, no es ninguna novedad en los países hermanos. Dentro de la historiografía platense, es conocida como revisionismo histórico. Se trata de un esfuerzo de redescubierta del pueblo como protagonista, de la crítica al colonialismo, y la comprensión del papel fundamental que tuvieron las rebeliones populares de cuño federalista, conocidas como montoneras. En toda América Latina, existe una forma de reivindicación original llamada de campo nacional-popular. Sirvió de inspiración para varios movimientos populares y organizaciones de izquierda o extrema-izquierda desde los años ’50.

De la vecina Banda Oriental viene el mejor ejemplo de fusión del pensamiento nacional, popular y latinoamericano con el revisionismo histórico. A partir de la década de ’50 la epopeya de la Pandilla Federal de los Pueblos Libres, capitaneada por José Gervasio Artigas es redescubierta. La investigación en los archivos originales para la creación de bienes simbólicos a través de la prensa y de la música fue relativamente rápido. El mismo podría haber pasado en este lado de la frontera, si no hubiera dos factores.

La historiografía de contestación gaucha, de base marxista, simplemente ignoró el concepto de pueblo-clase y durante décadas asoció la Guerra Guaraní sólo como una lucha entre dos imperios (Portugal y España) contra la Compañía de Jesús. Simultáneamente, la reconstrucción de la identidad gaucha, formadora del Movimiento Tradicionalista Gaúcho (MTG, mayor movimiento de cultura regional de Brasil, con más de 1 millón 200 mil afiliados), estaba en mano de pioneros folcloristas. El resultado fue el divorcio entre identidad e historia y la entrega de los mitos fundadores al control de las capas más conservadoras de nuestra sociedad.

A veces, la comprensión de un país y su pueblo está conectada a un momento histórico trágico. En el Perú, el rechazo al pasado colonial (hispanismo) y la redescubierta del indígena como fundador de la idea original de “patria” surgió con la derrota nacional en una guerra el siglo XIX. Cupo al intelectual libertario González Prada abrir el camino al reencuentro del Perú con sus propias raíces. Libros como “Nuestros Indios”, “La Cuestión Indígena” (1905), “El Problema Indígena” (1906), abrieron el camino para la generación de los años ’20, que tuvieron al frente a José Carlos Mariátegui y Luis Eduardo Valcárcel, de entre otros. La suma explosiva de discurso histórico, con reivindicaciones justas y protagonismo popular construyó las identidades colectivas.

Volviendo “al gigante que duerme”, como todo en Brasil es más lento y conservador, el sentido profundo de la República Misionera aún tropieza en la ausencia de un discurso fundacional y de rigor. La redescubierta inició en la década de ’70, a través de las guitarras y bandoneones de artistas populares. Un ejemplo es el payador Noel Guarany, nombre ese que adoptó en homenaje a sus antepasados y a Horacio Guarany. Este misionero de la ciudad de Bossoroca – noreste de Río Grande del Sur, en las barrancas del Río Uruguay, fue perseguido por la dictadura militar, cruzó el Río Uruguay y vagó por el Litoral Argentino y la Pampa Húmeda, llegando hasta el Chaco Paraguayo y el Pantanal brasileño. De este aprendizaje, Noel Borges del Canto Fabrício de Silva (1941-1998) osaba cantar la milonga nativa como un himno nacional:

“eres la lírica bandera / cuando en rondas galponeras / un payador misionero/ en un sapucay de guerrero / te evoca de mil maneras”.

La noción de Patria Grande, más allá que un recurso discursivo político, es una salida y herramienta real de autoorganización de los pueblos del Cono Sur. Hoy las fuerzas reaccionarisa ya no son tan visibles, sino que tienen personerías jurídicas y grandes estudios de abogados, compran parlamentarios, políticos y burócratas y ocupan la frontera con árboles extraños al lugar. Más que nunca, el momento de la redescubierta de la República Misionera es la salida de identidad colectiva necesaria para confrontar contra este proyecto de imperialismo bajo el manto de “desarrollo económico”. Hay que tener en cuenta la enseñanza política de Sepé Tiaraju:

“! No si puede servir a dos señores a la vez! ” y “ ¡Esta tierra tiene dueño! “

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