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ARGENTINA-URUGUAY - Entre la bronca y la tristeza, el papelón de las papeleras (por Adolfo Pérez Esquivel)

Viernes 16 de junio de 2006, puesto en línea por Dial

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“Los hermanos sean unidos,

porque esa es la ley primera;

tengan unión verdadera

en cualquier tiempo que sea,

porque si entre ellos pelean

los devoran los de afuera”

J. Hernández - M. Fierro

Debieran recordar los gobernantes de Argentina y Uruguay; dos pueblos hermanos unidos por la historia y la vida y lamentablemente hoy enfrentados por la construcción de dos plantas de celulosa en Fray Bento, frente a la ciudad de Gualeguaychú. Al no llegar a una solución entre los dos países, el conflicto fue llevado ante la Corte Internacional de la Haya para que determine la razón de las sinrazones.

El gobierno de Uruguay busca proteger los intereses de las empresas Botnia, de Finlandia y ENCE de Galicia y ha enarbolado las banderas de la soberanía y el derecho uruguayo de llevar adelante las obras, sin respetar los acuerdos binacionales.

A las empresas internacionales no les interesa un carajo la vida de los pueblos, su única preocupación es privilegiar el capital financiero sobre el capital humano. Los argumentos son realmente débiles al asegurar que las fábricas darán puestos de trabajo a la población. La experiencia indica que los puestos serán mínimos.

Para Argentina, el problema pasa por buscar resolver las protestas sociales que el pueblo de Gualeguaychú y Colón iniciaron, en contra de la instalación de las plantas de celulosa, y por el grado de contaminación y deterioro ambiental a que se verán sometidos.

La política del gobierno argentino fue errática y débil. Reaccionó cuando el pueblo se movilizó y llevó el problema no sólo a la Provincia de Entre Ríos, sino a nivel nacional e internacional reclamando el estudio de impacto sobre el medio-ambiente y la salud de la población, y las consecuencias socio-económicas que tiene la instalación de las plantas de celulosa sobre el río Uruguay. Las movilizaciones, cortes de ruta y puentes, tienen por objeto reclamar la no instalación de las plantas de celulosa frente a Gualeguaychú . Es una larga historia de silencios y ocultamientos que durante años se generó y que sale a la luz a través de las protestas sociales.

Da bronca y tristeza tanta pequeñez y falta de respeto a los pueblos. Los gobiernos han hecho un triste papel al esgrimir acusaciones mutuas en la Corte Internacional de la Haya. Las actitudes agraviantes ponen en evidencia el deterioro de las relaciones entre los dos países, mientras las empresas guardan silencio y continúan la construcción de las plantas.

Da bronca y tristeza que los presidentes de Argentina y Uruguay, no hayan acusado recibo, ni contestado al pedido de una entrevista solicitada el día 22 de marzo y que entregara personalmente en Casa de Gobierno al Jefe de Gabinete Alberto Fernández para tratar el problema que afecta a los pueblos por la instalación de las celulosas y reclamar a los presidentes que se reúnan sin condicionamientos

Entre las personalidades firmantes están los presidentes de las Conferencias Episcopales de los dos países, Obispos y representantes de las Iglesias Evangélicas, escritores, artistas, intelectuales, sindicalistas, entre otros.

El Servicio Paz y Justicia de Uruguay, en Montevideo, entregó en Casa de Gobierno el mismo petitorio, sin respuesta hasta el momento. Se han hecho esfuerzos de acercamiento y voluntad desde las organizaciones sociales de los dos países, pero no existe la voluntad política de los gobiernos. La falta de visión de lo que debe ser la resolución de conflictos y la integración regional, es preocupante.

La decisión que pueda tomar o no, la Corte Internacional de la Haya, no modifica el problema de fondo. Es necesario tratar las inversiones extranjeras de las empresas transnacionales y las condiciones leoninas impuestas a los países. Industrias contaminantes que en Europa no las quieren y las están desplazando de sus territorios, hacia países de América Latina, Asia y África.

No se está defendiendo la soberanía de nuestros países, ya que se están extranjerizando las tierras con las ventas indiscriminadas, las plantaciones de eucaliptos con graves consecuencias de empobrecimiento y desertificación de la región.

En la Argentina existen empresas de celulosa altamente contaminantes. No tienen políticas de preservación del medio-ambiente y están instaladas en diversa provincias. Son empresas petroquímicas y mineras, entre otras, con alto índice de contaminación, y poco o nada se ha hecho al respecto a pesar de las denuncias de los pobladores. Entre ellas hay que recordar la empresa Canadiense-norteamericana, “Meridien Gold”, que pretendía instalarse en Esquel y que la gran movilización popular impidió que se concretara.

En Salta y otras provincias del norte argentino se viene produciendo la devastación de la floresta y montes arrasados para plantar soja transgénica, sin prever, de ninguna manera, las graves consecuencias: de inundaciones y destrucción del medio ambiente que hoy soportan los sectores sociales en las provincias. Muchos otros ejemplos grafican la situación del país.

Es necesario que el gobierno uruguayo exija un estudio serio del impacto ambiental a las empresas. Es preocupante que el Frente Amplio, cuando estaba en la oposición, se haya manifestado en contra de la instalación de las plantas de celulosa y ahora, como gobierno, no adopte la misma actitud para resolver el problema. La oposición política uruguaya presiona al gobierno para que impedir llegar a soluciones justas con la Argentina.

Las decisiones del presidente uruguayo Tabaré Vázquez enarbolando la bandera de la soberanía y el nacionalismo, ha adoptado una actitud de confrontación y no de diálogo.

Es necesario buscar caminos alternativos para resolver el problema y restablecer relaciones normales entre dos pueblos hermanos.

Convocar a la formación de comisiones binacionales para el seguimiento y preservación del medio ambiente y control sobre el río Uruguay. Hasta el momento, las iniciativas de las comisiones que se constituyeron han fracasado.

Establecer un Fondo de inversión binacional para preservar y controlar el medio-ambiente en la región.

Es necesario reclamar a los gobernantes de Argentina y Uruguay que dejen a un lado la soberbia y la especulación política, y se sienten sin condicionamientos en la misma mesa, para analizar juntos los problemas y buscar soluciones justas para los dos pueblos hermanos.

Buenos Aires, 12 de junio del 2006.

Adolfo Pérez Esquivel.

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Mensajes

  • Me parece acertado lo que se ha planteado en el artículo. Pero para hacer hnor a la verdad, Uruguay está dispuesto y lo estuvo a nombrar una comisión mixta de monitoreo. Las obras actuales son de caracter edilicio, los ladrillos no contaminan. Uruguay tiene reputación internacional como protector del medio ambiente y además n o tiene intención de dañar la salud de su propio pueblo.
    Tda industrialización implica, como proceso artificial, la liberación de residuos tóxicos; lo importante es como neutralizarlos para que sean menos agresivos para el medio. La tecnología a utilizar por esas plantas ofrecen garantías de ello, pero cuando no se quiere algo, no hay más sordo que el que no quiere oir. Argentina con el Rio de la Plata, al cual permanentemente contamina a traves del Paraná y por el arroy de la Matanza, practicamente nos quería dejar con costa seca. La isla Martín Garcia debería ser Uruguaya, sinembargo no lo es y Argentina reclama Malvinas, a lo cual nuesto pa’s reconoce su derecho aunque historicamente pertenecían a la jurisdición de la Capitanía General del Rio de la Plata con asiento en la ciudad de Montevideo. Los gobiernos son el reflejo de sus pueblos y de esa hermandad que se utiliza como discurso debería ser cultivada con un espíritu más generoso

    Dr. Guillermo Caetano Esquibel

  • Pérez Esquivel parte de ideas preconcebidas y asume un papel de mediador neutral que no es cierto, tiene posición tomada y su nuera vecina de Colón a sido activa participante del triste corte de ruta en esa ciudad.
    El gobierno de Uruguay busca proteger los legítimos intereses de las empresas que confiaron y están invirtiendo en él y exige el lógico respeto por su soberanía y derecho de llevar adelante las obras. Es para todo oriental claro que el Estatuto del Río Uruguay no adjudica derecho de veto a Argentina y que se cumplió con informarle adecuadamente y si no a podido justificar su oposición es por su exclusiva falta de argumentos y no por ninguna falta de información imputable a Uruguay.
    Los cortes de ruta representaron la más grosera de las ofensas no al gobierno oriental sino a su pueblo. Una demostración de mala fe y falta absoluta de confianza, en una demostración de prepotencia que nos retrotrajo a los orientales a otros tiempos cuando Pancho Ramírez optó por la traición.
    Tiene razón Pérez da bronca y tristeza que el presidente de Argentina no hayan acusado recibo de las misivas que el gobierno uruguayo repetidamente le envío y actúe como el virolo virrey de un pasado inexistente. Solo se trata de que con la humildad de los equivocados reconozca el error, pida las disculpas y ordene el resarcimiento a Uruguay de las perdidas que los ilegítimos actos de unos delincuentes han generado.
    La decisión de la Corte Internacional de la Haya es clara, es legítimo que se continúe la construcción de las plantas y por supuesto no modifica el problema de fondo que es la lamentable falta de respeto de Argentina a un país soberano que no tiene porque vivir rogando lo que por derecho le pertenece.
    La estupidez que por repetida no suena más convincente que las industrias contaminantes que en Europa no quieren las están desplazando hacia países de América Latina, Asia y África solo suena a la excusa de quienes carecen de argumentos.
    No es Perez ni Argentina los que tienen que indicar los pasos a seguir por el gobierno uruguayo. Para los que aceptan la arbitrariedad del reyezuelo es imposible comprender que en Uruguay el presidente y su partido no mandan, obedecen, son fieles representantes de la voluntad del pueblo. Y es el pueblo oriental el que por una mayoría absoluta ha expresado su voluntad que si debe elegir en quienes confían en Uruguay o en quienes lo insultan no tiene dudas.
    El río Uruguay dispone de un organismo de control que es la CARU y de un Estatuto que es ejemplo de consenso y acuerdo entre países vecinos.
    Su esfuerzo debería reservarlo para reclamar a su presidente que empiece a actuar con cordura y a sus conciudadanos que recuerden el respeto que un país que siempre fue amigo merece.

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