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Sopla el huracán

Miguel Guaglianone

Viernes 1ro de julio de 2011, por Barómetro Internacional, Miguel Guaglianone

A riesgo de sonar repetitivos, volvemos a insistir sobre el tema de la profundización galopante de la crisis general que vive nuestro planeta. A pesar de que existan síntomas de esperanza en el futuro de la humanidad, frente a la aceleración de los procesos críticos y el empeño indetenible de los grandes factores de poder en agudizar y profundizar las acciones que provocaron la crisis (seguir huyendo hacia delante), a veces hasta el más optimista siente escalofríos, constatando que la ceguera suicida que parece guiar a los que tienen la sartén por el mango genera un panorama que solo parece encaminarse hacia un inmediato colapso total.

Nunca hemos creído en los finales apocalípticos, la historia muestra que los colapsos de las civilizaciones han sido en general procesos graduales, exceptuando en el caso de desastres naturales, como la inmensa erupción volcánica que acabó con la cultura minoica, o la terrible sequía que parece haber destruido la civilización maya. Sin embargo, la aceleración histórica y la concatenación de acontecimientos parece que en nuestro caso fueran a provocar un inmenso estallido final. Leonado Boff, el filósofo y teólogo brasilero ha dicho en estos días, que la crisis que vivimos es una crisis terminal.

Y si parecemos demasiado alarmistas, basta consignar algunas de las noticias transmitidas por las propias cadenas de medios corporativas (que son parte del soporte del sistema) como ejemplos.

El colonialismo salvaje

La crisis ha provocado la caída de todo tipo de formalismos. Las potencias europeas (guiadas por los EE.UU.) mantienen un feroz bombardeo sobre Libia, dejan de lado el eufemismo que les proporcionara el Consejo de Seguridad de la ONU de “proteger a su población”, y en el intento de apoderarse de sus recursos naturales -el petróleo y el agua- asesinan a su población civil (sobre todo lo intentan con Muamar el Gadafi ) y destruyen la infraestructura del país. En los últimos días

1) La Corte Penal Internacional (un organismo con sede en Europa al que curiosamente los Estados Unidos no reconocen cuando alguien intenta denunciar ante ellos a ese país) ha decidido emitir una orden de detención personal contra Gadafi (¿con pruebas de qué?) La OTAN dice que les será muy útil para reforzar sus ataques.

2) El comandante norteamericano de las operaciones, el almirante Samuel Locklear declara que efectivamente, uno de sus objetivos es matar a Gadafi.

3) Obama, restringido por el Congreso en los gastos que puede aplicar en Libia, les dice que su intervención se ha limitado a “tareas de apoyo y no a hostilidades”, mientras sigue ejerciendo presión para que otros estados pertenecientes a la OTAN carguen con los costos de los ataques.

4) Alemania, que hasta ahora no había participado en los bombardeos (y respondiendo a la presión de los EE.UU.) decide proporcionar misiles y sistemas de teleguiado de última tecnología a la fuerza atacante de la OTAN

La crisis económica de los estados europeos

Mientras tanto, el colapso económico de los estados europeos, en el que han caído por proteger los intereses de los bancos y las grandes corporaciones, continúa enfrentándose tomando medidas “de ajuste” neoliberales -dictadas por el FMI y el Banco Europeo- que cargan todo el peso de las inmensas deudas de los estados sobre las clases medias y bajas, dejando intocados los grandes capitales.

El día martes 28 de junio se dan simultáneamente:

1) Una huelga general que paraliza Grecia y concentra una gran multitud indignada en la plaza Sintagma en Atenas, frente al edificio del Parlamento. Este mismo cuerpo legislativo responde al mismo tiempo a estas protestas, dejando todo preparado para aprobar por mayoría en los días subsiguientes, el “paquete” económico propuesto por los organismos internacionales que va a ahogar a la población.

2) Rodríguez Zapatero en España, expone frente al Congreso de Diputados el Estado de la Nación. Cuando es confrontado por la izquierda y algunas fracciones regionales, sus respuestas lindan el surrealismo. Les dice que no se atrevan a dudar de su lealtad hacia sus ideales, pero que la crisis y las leyes del mercado son las que hay, y no permiten más alternativa que tomar las medidas neoliberales que personalmente no le gustan. Defiende con entusiasmo la democracia representativa que “es un sistema con defectos y virtudes pero es el mejor y tiene sus reglas de juego” y que por tanto no está obligado ni a renunciar, ni a consultar a la población cuando incumple promesas electorales o intenciones declaradas de preocupación social.

3) Nos llega un artículo (Crisis sistémica global, publicado como noticia en Aporrea ese mismo día), que explica detalladamente como la crisis económica disparada en el año 2006 hizo desaparecer del sistema financiero global entre septiembre de 2008 y marzo de 2009 (en 6 meses) la friolera de 15.000.000.000.000 (15 de nuestros billones) de dólares de activos-fantasmas. Lo peor de todo es que este número representaba sólo la mitad de esos activos-fantasmas existentes en el sistema financiero internacional. La desastrosa previsión es que en los próximos seis meses (el segundo semestre de 2011) desaparecerá la otra mitad restante, con el agravante de que el capital a desaparecer no es ahora de los actores privados (a los que los estados intentaron ayudar inyectándoles inmensas cantidades de dinero que no han logrado detener la crisis) sino que afectará a los propios estados, ya que lo que colapsará es el sistema T-Bond (Bonos del Tesoro de los EE.UU. en dólares, que constituyen la mayor parte del sistema de reservas, no solo de ese país sino de casi todos los otros).

¿Qué tal?

Nuevamente, sin ser amarillistas ni escandalosos, sino guiándonos simplemente por los hechos, constatamos que los síntomas de lo que se viene (ya) son abrumadores. La pregunta más inquietante es ¿Estamos concientes de lo que está a punto de ocurrir? Si como todo parece indicar el sistema económico y financiero internacional va de cabeza a un colapso, no va a quedar nada en pie. Queramos o no, no existe en el planeta nadie que pueda considerarse fuera del sistema. Todos vamos a ser arrastrados por la marea. El mundo como hasta ahora lo conocemos dejará de existir.

Un colapso financiero global implicará una tan profunda recesión mundial, que no sólo colapsaría todos los sistemas de intercambio comercial existentes, sino que ni siquiera los estados centrales podrían continuar con sus guerras, produciéndose en ellos una especie de implosión que generaría graves conflictos internos, la caída abrupta del nivel de vida y una escasez crónica. A algunos estados de la periferia será a quienes les iría peor (por ejemplo a África), ya que el colapso económico para quienes no disponen de ningún tipo de recursos representará directamente hambre y desolación. Es posible que nuestra América Latina sea de las regiones en mejores condiciones para afrontar el caos. Sus economías han sido las que mejor han respondido ante la crisis económica global, y sus sistemas productivos son complementarios.

Frente al colapso la mejor política para los países de la periferia sería la que utilizan los vecinos en las zonas de huracanes en algunas islas del Caribe. Cada casa tiene preparado un sótano, cuando llega el huracán las familias van al sótano, y luego que este pasa, salen a evaluar los daños y recoger lo que haya quedado.

Es posible que nuestro continente haya ido tomando conciencia del problema y que los vientos de integración que viene soplando y que han provocado la constitución del MERCOSUR, de la UNASUR y ahora de la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe (CELAC) sean parte de la respuesta necesaria.

La pregunta que ahora se hace vital es ¿Tendremos el sótano en condiciones para cuando llegue el huracán que se avizora en el horizonte?


miguelguaglianone[AT]gmail.com

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