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Fútbol y sociedad

URUGUAY - La “Celeste” y el fascismo corriente

Miguel Guaglianone

Domingo 14 de agosto de 2011, por Barómetro Internacional, Miguel Guaglianone

La selección de fútbol de Uruguay, la “Celeste”, se coronó campeona de la Copa América que acaba de finalizar. Siendo un país muy pequeño (muchos de sus ciudadanos lo llaman “el paisito”), con apenas unos 186.000 km2 y con una población entre los tres y cuatro millones de habitantes, el Uruguay se ha destacado –entre otras cosas– y desde principios del siglo XX, por su extraordinaria participación en las competencias internacionales del balompié.

Entre otros logros podemos nombrar que ha ganado dos veces el Campeonato Olímpico, ha sido campeón de dos Copas Mundiales y dos veces ha llegado en estos certámenes en cuarto lugar. Esta copa América que acaba de ganar es su 15º triunfo en 42 competencias jugadas (la Copa América es el certamen internacional de fútbol más antiguo del mundo y Uruguay es hoy el país que más veces la ha ganado) asimismo sus principales clubes han sido varias veces campeones de la Copa Libertadores de América y de la Copa Intercontinental.

Esto constituye un fenómeno social bastante difícil de entender. ¿Cómo es posible que de una nación tan pequeña y de tan pocos habitantes haya dado y sigo dando jugadores y equipos de fútbol en tal número y de tal calidad? Aún en épocas de derrotas, de emigración y de crisis económica, la cantidad de jugadores que Uruguay exportaba a todos las plazas importantes de fútbol –sobre todo a Europa– sólo era comparable al volumen e importancia de los árbitros de este deporte que exportaba Yugoeslavia.

Los uruguayos dicen en broma que cuando sus bebés lloran, gritan ¡Gooool! Pero lo cierto es que los otros países que más se han destacado en las historia de este deporte de multitudes (Brasil, Argentina, Italia, Alemania) son todos gigantes comparados con el pequeño Uruguay. Lo cierto es que el fútbol es, junto a la murga (agrupación carnavalesca musical y teatral compuesta por 15 o 20 integrantes, con letras orientadas hacia la crónica y la crítica social) y el candombe (música de percusión afromontevideana, con raíces en la cultura de los esclavos traídos desde África en la época colonial) una parte muy importante del patrimonio cultural y popular del país.

El Uruguay es también un país que por diferentes razones políticas y económicas y a partir de los primeros años de la década del 70 del siglo pasado, se ha ido convirtiendo en un generador de emigrantes. Ha llegado a tener, según estimaciones, más del 15% de su población en el exterior, siendo después de Ecuador el país sudamericano de mayor volumen migratorio hacia el exterior. Así, existen colonias uruguayas en más de 32 países en el mundo.

Este triunfo en la Copa América constituye, junto con el cuarto lugar logrado en el último Mundial de fútbol, un resurgir de sus triunfos futbolísticos luego de muchos años de derrotas. Imaginemos entonces la alegría colectiva con que este triunfo fue recibido, tanto por sus ciudadanos que viven en el territorio del país como por sus numerosas colonias residentes en el exterior. Respecto a ellas, el Internet reflejó con fotos y videos caseros en su mayoría, la espontánea alegría uruguaya en distintas partes del mundo.

El encuentro con la violencia

Pero no todo fue alegría. Nueva York es una de las tantas ciudades donde existe un número considerable de residentes uruguayos. Cuando el domingo 24 de julio la selección uruguaya derrotó a la de Paraguay y se coronó campeona, la colectividad uruguaya que vive en los alrededores de Queens salió colectivamente a festejar ese triunfo. Se congregaron en Jason Heigths, en la Avenida 37 y la Calle 85, dónde hay dos panaderías y un restaurante de dueños uruguayos, más de 400 personas. Se mezclaron allí familias, gente con banderas y camisetas de fútbol, y bailaron, cantaron y tocaron los tambores del candombe.

Hasta que llegó la policía (de los cuarteles 110 y 115 de Queens) y sin previo aviso arremetió contra la gente, a golpes de cachiporra. Quienes intentaron razonar con los efectivos policiales fueron no sólo brutalmente golpeados, sino también detenidos. La policía llegó a arrancar y destruir una gran bandera de Uruguay que los festejantes habían colgado a un costado. El saldo fue de varios detenidos y varios heridos, incluyendo a una niña que sufrió una fractura de pierna bajo la carga policial. Los testigos afirman (varios de ellos tomaron fotografías y videos) que la policía atacó sin mediar la mínima advertencia, y que se ensañó sobre todo con aquellos que con palabras intentaron protestar frente a la agresión. Asimismo aseguran que no había existido consumo de alcohol ni ninguna razón que diera una excusa para tal violencia. Los detenidos fueron liberados sin cargos al otro día. Todo esto, con el testimonio de los testigos y la evidencia fotográfica está dando lugar a que la comunidad uruguaya demande a la policía local.

También cerca de allí, en Orange, New Jersey., se habían concentrado otros uruguayos a festejar, y la policía llegó y les explicó que era ilegal tomar una calle sin el respectivo permiso, y el festejo se llevó a las aceras sin inconvenientes mayores, (también este episodio fue reseñado en video).

Pero no es esta anécdota lo más importante, sino que aquí nos importa mostrar como un hecho puntual como éste puede constituir una referencia directa (una medida) del grado de violencia de una sociedad.

El fascismo corriente

Los sociólogos y politólogos han llamado “fascismo corriente” a las características que definen sociedades dónde la violencia, la brutalidad y la impunidad son una parte estructural del entramado social. El término entonces no se refiere específicamente a la visión ideológica del fascismo como modelo de valores y de sociedad, sino a las características culturales que determinan conductas sociales colectivas con estas características.

Para nadie es una sorpresa ni una novedad que la sociedad norteamericana es violenta. Desde fines del siglo XIX, cuando el presidente William McKinley, por iluminación divina (y a instancias de los empresarios norteamericanos residentes en ese país) decidió la invasión a Filipinas –que había sido precedida por la invasión a Hawai– apoyados en la doctrina del Destino Manifiesto, los Estados Unidos se convirtieron en una potencia imperial que ha llevado a través de múltiples guerras de invasión, la muerte y la violencia a muchos países del mundo (la lista es larga). Hasta la actualidad, siguen ensangrentando Irak, Afganistán, Pakistan y también a Libia.

Pero el fascismo corriente que intentamos definir aparece sobre todo cuando hacemos la radiografía interna. La “gran democracia del Norte” es una sociedad que nació asentada en el genocidio a los habitantes originarios de su territorio (los pieles rojas) y en la cual por ejemplo han parecido por primera vez enfermedades mentales como la psicopatía (o sociopatía) productora de asesinos en serie. O más aún, una sociedad que ha dado origen y cobijo a instituciones como el Ku Klux Klan (KKK) genocida de afroamericanos o a la Asociación Nacional del Rifle, una agrupación privada que hasta hoy, no solo ha defendido sino que ha promovido el derecho a todos sus ciudadanos a tener armas de fuego (y usarlas). Igualmente es la sociedad que ha llegado a tener como actividad periódica (y hasta usual) al hecho de un ciudadano instalado en un lugar de buena visibilidad, disparando y matando indiscriminadamente a población inocente (cuando por primera vez su propio cine hollywoodense lo presentó –a fines de los años 50– en un film, éste fue considerado como de ciencia-ficcción o fantasía). Otro film que mostró hace unos pocos años un catálogo de esa agresividad –y que fue por supuesto ignorado por la gran prensa– fue “Crash”, donde esta misma violencia policial (y la presente en lo cotidiano de la vida de la gente) que hoy relatamos como parte de la realidad acontecida, estaba magistralmente mostrada a partir de una serie de historias personales entrecruzadas, en la ciudad de Los Ángeles.

El episodio que narramos y que origina estas reflexiones nos da una medida de esa violencia, si vemos que esta agresión que ha sido tan “naturalmente” realizada por la policía local, no se ha dado en Latinoamérica, ni aún bajo las terribles dictaduras militares que vivió nuestro continente en las décadas de los 60 y 70 del siglo anterior (en Brasil, Argentina, Chile y Uruguay), las que produjeron presos, torturas, heridos, desapariciones y muertes, pero que nunca se atrevieron a reprimir las manifestaciones de festejos populares de los triunfos futbolísticos (igual que no lo hicieran con algunas otras manifestaciones culturales de gran arraigo popular).

En definitiva, podemos decir también que parece evidente que el fascismo corriente latente en la sociedad norteamericana está agudizándose y haciéndose cada vez más protagonista. A grandes rasgos, la gravísima crisis de valores y económica que esta sociedad está protagonizando parece aumentar aceleradamente el nivel de violencia.

Los indicadores están ahí: el triunfo de la derecha republicana en el Congreso, liderada por el movimiento radical Tea Party; el aumento en los últimos años del número de personas en prisión (EE:UU. es el país en el mundo que tiene más reclusos por porcentaje de habitantes); el creciente número de personas desempleadas, sin techo y sin asistencia social; la continuación por un demócrata (Obama) de las políticas que instituyeran dos períodos de gobierno central de extrema derecha; el incremento de las condenas a muerte en todo el territorio de la Unión, y como última referencia (de este listado, ya que es posible encontrar fácilmente muchas más), el incremento de la xenofobia –que sospechamos ha estado también presente en el episodio que relataramos– y que se traduce en el aumento del número de Estados que vienen incorporando rápidamente a su legislación la criminalización de la condición de emigrante ilegal.

El pronóstico parece grave, todo va indicando una progresiva caída hacia un final de extrema violencia en el centro del Imperio. Ojala no sea así y la complejidad de los procesos sociales sea capaz de generar una alternativa diferente a la que aparenta estar gestándose, sino muchos millones de personas sufrirán sus consecuencias.


miguelguaglianone[AT]gmail.com

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