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BOLIVIA - Frustraciones y esperanzas a un año de la Asamblea Constituyente

Jubenal Quispe

Viernes 10 de agosto de 2007, por Jubenal Quispe

6 de agosto de 2007 - Un reportero de la red de radios ERBOL, la mañana del pasado 6 de agosto, decía desde la Plaza Principal de Sucre: “Hace un año atrás, en esta misma plaza, los constituyentes eran recibidos con algarabía popular y esperanzas festivas, ahora, después de un año de trabajo infructuoso, ellos pasean solitarios y se acomodan como pueden...”

Hace exactamente un año atrás, el 6 de agosto del año 2006, los 255 constituyentes fueron posesionados en la ciudad de Sucre con la reiterada promesa pública de entregar el texto de la nueva Constitución Política hasta el 6 de agosto del 2007. En aquel entonces, hubo un derroche multicolor de alegría nacional.

Pero, ¿Qué falló para que los constituyentes convirtieran las expectativas y esperanzas colectivas en una rotunda frustración nacional? ¿La ciudadanía se equivocó en elegir a los constituyentes? ¿Es el Congreso Nacional, como dijo la Presidenta de la Asamblea Constituyente, Silvia Lazarte, el responsable de la inoperancia de la Asamblea Constituyente? ¿Fueron las presiones sociales movilizadas, tanto por parte de los indígenas, universitarios y sectores empresariales, quienes evitaron el avance de la Constituyente?

A un año de trabajo de los constituyentes se puede evidenciar las siguientes conclusiones:

Primera. Según la Ley de Convocatoria, la Constituyente tenían 12 meses para redactar el nuevo texto constitucional, pero al octavo mes de trabajo los constituyentes seguían debatiendo su Reglamento Interno. Reglamento que finalmente no se aplicó en su integridad. Los constituyentes se fijaron un cronograma de trabajo, pero tampoco lo cumplieron.

Y sólo a unas horas del fracaso de la Constituyente, el Congreso Nacional logró salvarlo modificando la Ley de Convocatoria a la Asamblea Constituyente. Gracias a dicha modificación los constituyentes debatirán hasta el 14 de diciembre del presente año. Luego, será del pueblo quien, mediante un referéndum dirimitorio (de esclarecimiento), defina los artículos que los constituyentes no pudieron consensuar, en base a preguntas elaboradas por el Congreso Nacional. Luego vendrá el segundo referéndum nacional para decidir sobre el texto completo de la nueva Constitución. Así, sin generar muchas expectativas, quizás para el Año Nuevo del 2009 Bolivia cuente con su esperada Constitución Política.

Segunda. Tanto el gobierno, como los constituyentes, alentaron una exagerada expectativa ciudadana en el prometido texto constitucional que vería la luz el 6 de agosto del 2007. Creyeron que el desencuentro histórico nacional construido en tres siglos de colonia y 182 años de colonialismo interno sería resuelto en 365 días de reencuentro nacional. Por eso le dieron un año de plazo a la Asamblea Constituyente. ¿Será que desencuentros e injusticias históricas se pueden saldar en un año? ¿Acaso dichos reencuentros no nacen de los desencuentros internos que cada uno de nosotros llevamos adentro?

Tercera. Los constituyentes son sólo el reflejo de la cultura política practicada por la ciudadanía boliviana. No son ni ángeles, ni demonios, son sólo bolivianos con sus grandezas y limitaciones humanas. Encarnan los valores y anti valores que practicamos como sociedad. Por tanto, esperar de ellos más de lo que cada uno de nosotros estamos dispuestos a hacer es una ilusión que a la larga se convierte en una rotunda frustración.

La confrontación en la Constituyente no es más que la manifestación de nuestros desencuentro cotidianos individuales y colectivos. Por tanto, ¿Por qué que ser tan implacables con los desaciertos de nuestros representantes y complacientes con nuestras propias limitaciones?

Cuarta. La Asamblea Constituyente, como un espacio para la construcción de consensos políticos, requiere de personas que manejen el arte de la política. Sólo mediante consensos fecundos es posible redactar el nuevo Contrato Social entre todos los bolivianos, sin ningún tipo de exclusión. De lo contrario la confrontación estéril seguirá siendo la regla para el fracaso de la Constituyente.

Sin embargo, como dijo el Diputado Luís Vásquez Villamor, la realidad evidencia que sólo el 5% de los 255 constituyentes sabe del arte de la política. El MAS tiene 142 constituyentes, para construir dos tercios (170) requiere sólo de otros 28 constituyentes más, pero no pudo. ¿Qué queda? Concertar sin claudicar. Incluso con los detractores de la misma Constituyente.

Quinta. Para consensuar el nuevo Contrato Social, expresión de la voluntad de todos los bolivianos, no son suficientes las buenas voluntades, ni la sola cualidad étnica. Se requiere de ciudadanos que tengan una visión integral e histórica del país. Y de esta cualidad carecen muchos de los constituyentes. Varios de ellos, recién, ahora, están comprendiendo la magnitud de su responsabilidad y el rol histórico que el pueblo boliviano les encomendó.

Este año, para la gran mayoría de ellos, fue un tiempo de estudios intensivos con una sobredosis de derecho constitucional, ciencia política, economía, etc. A todo esto se debe añadir la diametral diferencia de estudios académicos entre los constituyentes. ¡Ni hablar de los idiomas y/o los lugares de procedencia! Lo más fácil, para muchos, era que los “doctorcitos” redactasen el texto constitucional, lo cual significaba repetir el origen de los males de Bolivia.

Sexta. Los constituyentes lograron convertir cerca de siete mil propuestas, informes de audiencias públicas y actas de los encuentros territoriales, en 715 artículos, a través de las 21 comisiones. De los cuales cerca del 40% ya han logrado consensuar. Tomando en cuenta las limitaciones mencionadas, esto es un avance. Además, el pueblo se ha apropiado del proceso constituyente. Hasta el límite que algunos sectores sociales no sólo hacen vigilias para impulsarla, sino incluso toman la determinación de retirar su respaldo o realizar la clausura simbólica de la constituyente por ineficientes.

Como dijo el Presidente de la República, los constituyentes se han aplazado y están en su desquite. La ineficiencia de los constituyentes también es una llamada de atención para toda la ciudadanía. Después de todo, sus desencuentros son nuestros desencuentros cotidianos. Sus confrontaciones, nuestras confrontaciones. ¿Cuántos de nosotros estamos dispuestos a ponernos en el lugar del otro, víctima de las circunstancias históricas? Quizás sea el momento de convertir nuestras frustraciones en esperanzas fecundas.

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