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Crisis alimentaria y biocombustibles

Ariel Zúñiga

Miércoles 23 de abril de 2008, por Ariel Zúñiga

Desde siempre el hambre ha sido el control natural de la población. Lo es incluso ahora con toda nuestra tecnología. Podemos mecanizar los campos, alterar genéricamente a los especímenes, usar pesticidas, incorporar sistemas computacionales que hacen más eficiente el riego y los pronósticos climáticos; pero la naturaleza sigue latiendo en las entrañas de la tierra y cada tanto nos recuerda nuestra vulnerabilidad.

La FAO acaba de anunciar que tendremos una crisis alimentaria por lo menos hasta el dos mil quince. El énfasis es puesto de inmediato en la inseguridad que producirá tal contingencia en vez que en el sufrimiento que eso provoque. Bueno, a veces el camino al cielo está plagado de malas intenciones. Apresurádamente también se culpa a los bio combustibles y desde luego a la especulación.

La crisis es producida por la escasez más allá de lo tolerable de los alimentos. Todo mercado se preocupa de mantener una escasez básica en sus productos, incluso algunos se preocupan de que sus productos sean exclusivos para encarecer su precio. Preocuparse que todos accedan a un bien sería una torpeza para el comerciante, la escasez motiva, la privación seduce. El problema es que los alimentos son vitales y el no consumirlos mata potenciales clientes.

Para los comerciantes de alimentos todo se reduce a que exista hambre pero no hambrunas. Que la muerte sea una poda no una tala rasa. Si todos disponen de alimentos en abundancia las tareas más ingratas de la humanidad nadie las realizaría entre ellas la propia agricultura.

Si hacen falta computadoras se fabrican más pero si hacen falta alimentos la cuestión no es tan sencilla. Primero, existe una infinidad de actores en el mercado; segundo, se requiere de una complicidad con la naturaleza; tercero, los cultivos son estacionarios y lamentablemente contamos con solo dos hemisferios; cuarto, el mercado de alimentos no se dedica a alimentar a la población mundial sino que a obtener la mayor rentabilidad por hectárea; quinto, no existe un libre mercado de los alimentos de hecho es el bastión de los proteccionismos lo que hace que los ajustes de mercado sean más lentos.

Esto último es bueno y malo al mismo tiempo. Bueno porque permite la soberanía alimentaria en los países pobres, y malo porque propicia la competencia desleal de los ricos y sus productos subsidiados. La soberanía alimentaria va a impedir que el mercado por sí mismo se ajuste al costo de miles de muertos pero correlativamente causará que la crisis dure más.

Para paliar la crisis, la FAO exige la recaudación de quinientos millones de dólares que si se lo piensa bien es toda una ganga. Es que no se busca ni más ni menos porque alterar estructuralmente el hambre y la miseria significaría atentar contra el mercado de alimentos que a pesar de todo sus males hoy produce lo suficiente para seis mil millones de habitantes.

No es la explosión demográfica, ni la especulación con los granos, ni con los mercados a futuro de estos, ni la sequía en Australia, ni la producción de bio combustibles la causa de la escasez sino que el aumento de la demanda de alimentos occidentales por parte de los chinos. Del arroz se pasaron al trigo y del agua a la leche. El rendimiento por hectárea del trigo es inferior al del arroz y al del maíz, y lejos lo más caro es la producción de ganado bobino. La sustitución de arrozales por trigales y de estos por estancias ganaderas sí va ha producir tarde o temprano una crisis alimentaria que no va a costar quinientos milloncitos de dólares. La pregunta es cómo le decimos a los chinos que progresar no es vivir como los estadounidenses si durante años se les ha dicho todo lo contrario.

Crisis alimentaria no es que se encarezcan los precios de los alimentos sino que ellos sencillamente no estén disponibles. Si alguien muere de hambre a propósito de esta crisis no será porque alguien plantó maíz para hacer bio gas sino porque la comunidad internacional fue lo suficientemente mezquina para no colaborar con su pequeña cuota. Chile por sí mismo botó al tacho de la basura el doble que eso en el caso EFE; no me digan que hay crisis si el asunto se soluciona con la caja chica.

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