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CHILE - Femicidios

Ariel Zúñiga

Lunes 26 de mayo de 2008, puesto en línea por Ariel Zúñiga

Comprender no es justificar ni es aplaudir. Que un joven, exitoso en todo lo que nuestro sistema demanda, mate a su ex pareja es una bestialidad sin atenuantes. Pero eso no justifica que la Secretaria del SERNAM (Servicio Nacional de la Mujer) diga que la muerte de una mujer no le importa a nadie.

En nuestro país ocurren muy pocos homicidios. Para que quede claro, en términos porcentuales cuatro veces menos que en argentina y casi veinte veces menos que en los EEUU (Sin contar Iraq). Y la mayoría de los homicidios se tratan de actos inevitables mediante cualquier política criminal: Riñas familiares, de amigos y de parejas.

Cuando se habla de Seguridad Ciudadana sin duda nadie se refiere a la posibilidad remota de que nos maten en la calle, o de que un psicópata nos aceche: se habla del Chompiras y el Peterete robando celulares o gargantillas de oro y de "pasteros", robando cilindros de gas y la ropa que se seca al sol.

Hasta en eso nuestro país es subdesarrollado: la delincuencia es miserable y su impacto en la economía sería superfluo si es que los ricos no la asumieran desde la hipocresía moral y jurídica con que hoy se hace.

Las muertes violentas que se producen son en su gran mayoría accidentes de tránsito y suicidios.

Pero el caso de los denominados femicidios es muy distinto. Se trata de situaciones que no admiten diferencias económicas o nacionales y en que nuestras altas tasas son bajas si se comparan con cualquier país civilizado y del cual no existe nadie que pueda dar cátedra sobre cómo disminuirlo.

¿Cómo combatimos los femicidios? Soy de aquellos que tienen el prejuicio cultural de que para abordar un problema primero hay que comprenderlo, pero este es uno de esos casos es que es políticamente incorrecto tan sólo hablar de ello.

Es que sólo se admite que digamos que hay que pudrir en la cárcel a los femicidas pero en ningún caso se acepta que se ponga en cuestión el concepto de femicidio o que se provoque con ocasión de ello una discusión de género. Al menos que sea una de aquellas que concluye que los hombres son malos y las mujeres pobres víctimas.

El hombre (me refiero al concepto de ser humano) hace muy poco tiempo dejó de utilizar sus manos para matar a otros animales y devorarlos crudos, y de matar a otros hombres para intimidar, defenderse o simplemente entretenerse. Es más, aún a ciertos hombres se les conceden medallas por hacer exactamente aquello.

En nuestras espaldas cargamos un horrendo precedente que la cultura, se supone, intenta neutralizar. Pero nuestra cultura sigue dependiendo de la violencia más brutal para sostenerse.

Convengamos en que no existe esta distorsión y que existen sociedades en las cuales la violencia se ha superado y se convive civilizadamente. En esas sociedades el hombre, esta vez en su acepción restringida, posee la misma testosterona que le permitía luchar con mamuts y dientes de sable para lidiar con filas en el transporte público, sueldos miserables y un mundo que no ha elegido y que lo oprime. Con un sistema cultural que premia al afeminado destestosteranizado y a las mujeres, y que relega al otrora gallardo guerrero a un lugar subalterno.

Y algunos no pueden. De pronto, la vida les cae como avalancha, y aparece el asesino reprimido que todos llevamos dentro, y él toma el control de nosotros por un momento. Un momento suficiente para dejar llorando de por vida a muchas personas.

¿Y qué hacemos? No lo sé. No aventuro ninguna solución al problema, ni siquiera provisional.

Para apresarlos hay que esperar que ataquen y aquellos que atacaron están tan arrepentidos que si pudieran optar a la pena de muerte por sí mismos la solicitarían.

Quienes hayan sentido palpitar su corazón sabrán de lo que estoy hablando, y quienes hayan estudiado un poco, sabrán que ese palpitar es el padre de todo lo bello y lo sublime que hay en este mundo.

Reprimir, no nos protege de la bestia, e intentar la muerte de la bestia en nosotros significa condenar a nuestra civilización a la paz de los cementerios.

Y peor que eso. Vencer esa bestia que está en nosotros es capitular ante la violencia organizada de los ricos para mantenernos inmóviles.

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Mensajes

  • Como administradora del sitio publico este artículo a pesar de no estar de acuerdo con algunas de sus premisas, pero porque pienso que hablando se entiende la gente y podemos llegar a comprender mejor la realidad.

    Hay al menos dos aspectos en los cuales este artículo es discutible.

    El primero de ellos, respecto al "carácter inmutable de la naturaleza hormonal masculina", que ahora tendría que vivir enjaulada en la opresión de la civilización cuando miles de años atrás esa misma pujanza hormonal era libre de desplegarse matando mamuts por las praderas. Al respecto, me pliego a los investigadores e investigadoras que plantean la construcción social y cultural de nuestra "naturaleza", particularmente aquella parte de esta referida a la identidad de genero. Hay una serie de investigaciones, incluso empiricas, que cuestionan el carácter natural de los atributos "masculinos" o "femeninos".

    Un segundo punto se refiere a algo que ya le he oido decir a Ariel sobre el lugar "preferencial" que ocupamos las mujeres en el capitalismo tardio. Creo entender por donde va el sentido de este argumento, pero por lo mismo estoy en desacuerdo con el puesto que es una mala interpretación de una lógica perversa: sin duda, el consumo que define a esta fase del capitalismo ha encontrado en las mujeres un nicho interesante de exploración y explotación, pero a costa de una docilidad de los cuerpos femeninos (moda para flacas, cirugías plásticas, cremas, maquillajes y perfumes por doquier). Mas bien, yo diría, el convenio entre mujer y consumo, más que un premio para las mujeres, constituye un trofeo para los hombres, pues está pensada para la satisfacción de estos últimos.

    Chiara.

    • Chiara,
      la "inmutable naturaleza hormonal" que defines quizá no sea tan notoria entre hombres y mujeres como lo es entre el género humano y el resto de las especies. Somos animales, un poco más que animales - por obra y gracia de la cultura - y desentendernos de ello genera más problemas que el asumirlo.
      No existen investigaciones concluyentes ni en uno y ni en otro sentido así que sería falaz intentar fundamentar mi meta explicación con los datos existentes. Pero existen algunas diferencias fisiológicas que estás obviando, algunas de ellas se usan para justificar las categorías de femenino y masculino en los deportes olímpicos. Un golpe de una mujer a un hombre, sin uso de armas, es potencialmente menos dañino que el que un hombre le da a una mujer. Somos animales - insisto - más que animales pero no mucho más que eso. Las instituciones deben construirse asumiendo tales características o fracasamos como lo hicieron todos los que pensaban en un "buen salvaje" y ahora en "buenas mujeres" o "buenos hombres" por naturaleza. No confundamos lo que es y lo que debe ser, ya Hume dijo bastante al respecto.
      Me parece que nuestra discrepancia está en lo prescriptivo ya que lo segundo sería tener que asumir que utilizas un concepto de cultura similar al de la alegoría de la caverna.
      saludos
      ariel zúñiga

    • Respecto a la economía hamburguesera (de servicios o predominantemente inmaterial): Me cuesta entender cómo se puede hacer compatible la construcción social de la realidad con un juicio tan tajante propio solamente de un analista imparcial y omnisciente. Es dogmático afirmar que aún cuando la mujer ocupe cada vez más plazas laborales y se le abran más y más las puertas al consumo, en una sociedad en que ambos factores son sinónimo de status, sea en contra de ellas y a favor de ellos; te lo digo de esa forma puesto que en tu argumentación asumes que tal situación ocurre. La disparidad de ingresos entre hombres y mujeres compensa con creces el factor maternidad que es lo que reduce sus ingresos comparativamente en una sociedad que no se hace cargo de la reproducción de sus miembros sino que lo tiene a cargo de las leyes del mercado. Fuera de eso también podemos decir que muchas mujeres asumen a los hijos como cosas suyas lo que en el peor de los casos se trata de un bien suntuario que redunda en status: Sería el colmo que esas mujeres además pretendan que los demás les financiemos su gustito.

      La incidencia “genero” en la desigualdad de la sociedad es a todas luces marginal: Las mujeres son objeto de violencia doméstica y sexual con más frecuencia del mismo modo que los hombres lo son de violencia institucional.

      Una querella de este tipo impide avanzar en lo fundamental que es visualizar la divergencia de poder como lo fundamental en vez que crear categorías a medida que permitan caricaturizarla.

      Por lo demás insisto que es esa virilidad, que como toda arma es de doble filo, la única fuerza en potencia que disponemos los que carecemos de poder para cambiar el actual estado de cosas.

      ariel zúñiga.

  • ufff...después de esta lectura me sorprende ke no hayas matado a algyuien, jajaja...La verdad es que no concuerdo con tu análisis, esa conclusión que sacas a partir de hablar sobre la naturaleza violenta del ser humano. Pues si la violencia se usaba para cazar y protegerse, cómo se puede usar esos elementos para entender el femicidio? acaso las mujeres amenazamos a los hombres, o nos kieren comer???
    Además hablar de femicidio tiene ke evr con reconocer el homicidio de mujeres como casos marcados por un comportamniento cultural, el cual implica ver a las mujeres como objetos de posesión, ya que la mayoría de los femicidios se producen en el seno de una relación de pareja. Esto no implica dar una solución necesariamente represiva al tema, por lo cual no entiendo tu relación entre el femicidio y la represión del sistema y de la elite política o económica...en fin...kedé con múltiples dudas a partir de tu texto...tal vez no entendí lo ke kisiste expresar.
    Saludos!!!

    Paulina

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