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Salvador Allende y la Unidad Popular

CHILE - ¿Ingenuidad?

Ariel Zuñiga

Sábado 5 de julio de 2008, por Ariel Zúñiga

Sería fácil rendirse al espíritu del día y sumarse acríticamente a los homenajes al ex presidente Allende. Opino que la posición correcta del izquierdísta debe ser siempre, sin excepciones, la del escéptico e iconoclasta, pero en este caso no se trata sólo de metodologías: Me parece obsceno el culto a los muertos, a cualquier muerto, máxime existiendo tanto vivo muriéndose de hambre; y doblemente obsceno erigir un panteón para la izquierda en instancias en que no ha ganado una sola batalla. Daña la moral el desconocer el estado real de la brega; nubla el juicio las infusiones de cristianismo, liberalismo y estoicismo con las que se intentan reinsertar amigablemente los que debieran estar combatiendo.

Basta de vender la deserción como repliegue y la traición como necesaria.

Basta del farisaico espectáculo de querer transformar a Allende en una monedita de oro enalteciendo sus virtudes cívicas, democráticas, nacionalistas, morales, etc.

Para 1970 en Chile la izquierda se preparó para una nueva derrota y tuvo que improvisar un gobierno; tuvo que pasar del cómodo lugar del crítico al del criticado. Tuvo que plasmar en acciones todas las bravatas proferidas en contra del dominio burgués, imperialista y clasista. La derecha, tantas veces criticada, en vez que cerrarle las puertas de la Moneda a Allende se las abrió de par en par; sin previo aviso aquellos prestos a protestar por la nueva afrenta tuvieron que enfriar la cabeza y gobernar.

El único modo de sortear el esquizofrénico escenario de decirse marxista y gobernar liberalmente, era ser subsidiado con el poder que se carecía: el económico. O bien, la burguesía nacional asumía el proyecto allendista como propio en su sentido nacionalista desarrollista, o la URSS debía pagar la factura inflacionaria como un especie de dumping comercial en aras que la resistencia chilena sirviera de ejemplo y desatara proyectos similares en el tercer mundo.

Sin embargo, todos esos improvisados cálculos omitían la reacción de la derecha, las empresas tras nacionales, el poder político, comunicacional, económico, y desde luego, el militar (los ejércitos no sólo los constituyen la infantería sino que también su inteligencia y logística).

Pero la actitud beligerante con la burguesía nacional, producto de un clasismo superficial alentado por rancios burgueses entre los cuales se contaba el propio Allende, impidió un diálogo, menos una alianza. Cademartori habla hoy de las Pymes como aliadas del gobierno de la UP en instancias que el comercio detallista era exhibido como el culpable de la inflación y del desabastecimiento. Se quería un gobierno de los obreros independiente si estos sabían o no manejar las máquinas, la contabilidad y las decisiones sobre la producción.

La URSS, por su parte, no ayudó a España y conspiró contra el movimiento independentista Chino de Chiang Kai-shek, entre otras travesuras como haber dejado sin piso a Nasser; por su parte Cuba mediante Castro hizo lo propio con Guevara ¿Quien iba a sustentar la temeraria aventura allendista? ¿Quien iba a financiar la onerosa factura derivada de la populista política económica? Mientras Chile seguía siendo capitalista diciéndose socialista el paso faltante costaría millones, similar a lo que hoy ocurre en Venezuela, pero sin el petroleo que lo financie. El único estado solidario transformó su aporte en una leyenda: El chancho chino.

La izquierda chilena farisaicamente se conmueve con la inédita reacción del ejército chileno siendo que fue el propio Allende quien financió los doctorados en tortura y terror en la escuela de salvación de las américas, del mismo modo como lo sigue haciendo hasta ahora su camarada Michelle Bachelet.

Con un ejército adoctrinado en la seguridad nacional judeo cristiana occidental, yanqui en definitivas, una burguesía acorralada, un colapso financiero amortizado con populismo, la única vía conducía a una bifurcación: O entregar la banda asumiendo la derrota o armar al pueblo. Allende no hizo nada y chocó de frente con la historia, con su frivolidad, con su egomanía, y de paso condenó a medio país a vivir como inmigrantes en su propia tierra, sin siquiera darles la oportunidad de luchar por lo que creían justo.

Es obsceno canonizar, peor erigir monumentos de mártires gratuitos; pero con allende es diferente: O era el gobernante más ingenuo que hemos tenido o el criminal más despiadado que se recuerde (tan criminal es aquel que hace la guerra sin estar forzado a hacerla como quien no la hace cuando está obligado a hacerlo). De todos modos para un izquierdista y para un gobernante es peor que se lo recuerde como el ingenuo más grande de la historia.

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