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AMÉRICA LATINA - 30 aniversario de la revolución popular Sandinista

Sergio Rodríguez Gelfenstein

Sábado 25 de julio de 2009, puesto en línea por Barómetro Internacional, Sergio Rodríguez Gelfenstein

La vida y la actividad de los revolucionarios suele pasar inadvertida, muchas veces debe ser callada y de bajo perfil. Por eso José Martí dijo “…en silencio ha tenido que ser…..”

La reciente publicación del libro “La Paz en Colombia del Comandante en Jefe Fidel Castro han dado a conocer –sin ser el centro de la obra- una serie de hechos históricos que permanecían ocultos y que se han comenzado a divulgar, acontecimientos que hasta ahora han estado –por las circunstancias- en el ostracismo o en el olvido. Esto ha permitido que otros escriban y publiquen hechos históricos más basados en la especulación que en la realidad, generalmente buscando protagonismos que no tuvieron. Los revolucionarios son educados en la humildad y en la modestia y muchas veces eso ha llevado a que muchas hazañas de nuestros pueblos no hayan sido ni sean divulgadas.

Con este relato sólo pretendo contar desde mi propia y modesta experiencia un hecho trascendente de la historia de América Latina. Hace unas semanas durante una visita a la Embajada de Venezuela en Nicaragua, para hacer una donación de parte de su biblioteca personal, el Comandante Tomás Borge afirmó que “Los revolucionarios de América Latina se miden por su relación con Fidel”.

Los que vivimos esos hechos, nuestra generación, carga con la buena conciencia del deber cumplido y con el peso terrible de no tener “curriculum” porque las tareas realizadas y las misiones cumplidas en el secreto necesario no pueden ser puestos en un documento ¿cuándo será el día en que podamos hablar con libertad de estos acontecimientos y que el curriculum de la vida revolucionaria pueda ser divulgado sin temor a represalias, para que sin vergüenza mostremos el orgullo de haber participado en estos acontecimientos por mandato de nuestras conciencias y por orden de nuestros pueblos?.

Este artículo rinde un homenaje a todos aquellos héroes anónimos que en diferentes rincones de nuestro continente celebraremos con júbilo el 30 aniversario de la revolución Popular Sandinista a pesar de estar marginados de las actividades oficiales y excluidos de las celebraciones.

La visión estratégica de Fidel nos señaló el camino de la victoria

Nos enfrentábamos a lo desconocido. Todo había sido muy abrupto y ya en ese momento cada uno tenía una historia que contar.

En mi caso regresaba de una maniobra con tiro combativo en el Polígono de Jejenes. Ese año se había producido una reestructuración de la reserva y recibí la orden de maniobrar con una batería que no era la mía, conformada por reservistas que se incorporaban a la artillería. Fue una experiencia extraordinaria, jamás me había tocado mandar a soldados que no eran del servicio militar sino curtidos obreros, muchos de ellos trabajadores del puerto de La Habana, casi todos mayores que yo, que en ese momento contaba con 22 años. La preparación fue intensa, los soldados y oficiales hicieron un gran esfuerzo, pero aunque el batimiento del blanco se hizo correctamente, no se cumplió la misión en el tiempo estipulado por lo cual el resultado fue negativo. Lo más decepcionante fue que en mi Puesto de Mando, -observando el tiro- estaba el General de División Sixto Batista Santana, Jefe de la Dirección Política Central de las FAR quien me inquirió acerca de las causas del no cumplimiento de la misión. Ya había tenido un General en ocasiones anteriores en mi Puesto de Mando, pero nunca había salido mal en una misión combativa, estaba muy contrariado y algo avergonzado. Le expliqué las razones y me preguntó que cuánto tiempo necesitaba para que la unidad pasara una nueva evaluación. Pensé que un mes era suficiente, ya que la semana siguiente se iniciaba un control de nuestra gran unidad por del Estado Mayor del Ejército Occidental.

El General Santana, me dijo “Está bien, teniente, estas cosas pasan cuando hay soldados que no se han adaptado a la nueva técnica, no se desanime, prepare su batería y nos vemos aquí mismo en un mes”.

Dicho esto se dio la orden de preparar para la marcha e iniciar el retorno a la ubicación permanente del regimiento. Arribamos como a la 1 de la madrugada. Fui a entregar mi reporte al Oficial de Guardia Superior una vez que la técnica y el armamento se encontraba donde le correspondía y me senté a meditar sobre lo que me esperaba: un control del mando superior y después regresar al polígono para prepararnos para la maniobra que iba a ser controlada por el General Santana. Por lo menos un mes más sin ir a mi casa, sumado a las tres semanas que ya llevaba fuera de ella.

De regreso a mi cuartel, apesadumbrado, golpeado, y triste me senté en una escalera bajo unos árboles en medio del rocío de la madrugada a rumiar mis penas. De repente, salido de no se donde el Oficial de Guardia del Regimiento, de manera aparatosa me ordenó tajante “Debes prepararte para salir de inmediato, en 10 minutos un camión te llevará a San José de las Lajas, tienes 4 horas para ir a tu casa, bañarte, cambiarte de ropa y preparar dos uniformes limpios en una mochila y tus instrumentos de trabajo. Vas como árbitro a una maniobra en Camaguey”. La verdad, no sabía si alegrarme porque eludía temporalmente las responsabilidades inmediatas o preocuparme porque a todo lo anterior se agregaba esta nueva misión.

Llegar a la casa de mi madre desde San José ubicado a 32 km. de La Habana en plena madrugada no fue tarea fácil. Tenía casi un mes de no verla, apenas pude saludarla, y decirle que me iba por un tiempo a Camagüey y salir nuevamente. Fue cosa de minutos. Al momento de despedirme, y ya en la puerta, me dijo con absoluta tranquilidad y con pasmosa convicción “No vas a Camagüey, te vas a Nicaragua. Cuídate mucho y cuando puedas, escríbeme”. A pesar de que negué de inmediato tal posibilidad, la duda comenzó a rondar mi cabeza.

Por suerte vivía cerca, desperté a mi compañera, le pedí que me preparara los uniformes mientras me bañaba y afeitaba, comí algo y casi sin tiempo tomé el camino de regreso para estar a las 6 de la mañana en el Estado Mayor de la UM 2721. Aquí comenzaron las sorpresas, no sólo estaban el resto de mis compañeros del regimiento, también otros que prestaban sus servicios en otras unidades de la División.

Nos subieron en un camión y nos llevaron al Estado Mayor del Ejército, ahí aparecieron más compañeros provenientes de otras grandes unidades del Ejército Occidental. No tuvimos oportunidad para comentar, rápidamente nos hicieron subir en pequeños y cómodos autobuses –el mejoramiento del medio de transporte no pasó inadvertido para nadie- y nos llevaron a la Academia Superior de las FAR, “General Máximo Gómez” ubicada en las afueras de La Habana,

Nos ubicaron en el teatro y mientras esperábamos el inicio de la ”reunión de planteamiento de misiones”, empezamos a intercambiar criterios empezando a concordar en que era poco probable que nos llevaran a todos como árbitro de una maniobra. Los más conservadores argüían que nos querían probar y que además como no éramos conocidos aprovecharían de hacer un tipo de arbitraje en el que era imposible cualquier relación previa con oficial alguno de la unidad controlada. Con el devenir del tiempo comenzaron a llegar oficiales superiores de las FAR, lo cual resultaba normal en la situación planteada, pero cuando hicieron su arribo oficiales del Ministerio de Interior (MININT), nos dimos cuenta que no había tal maniobra en Camagüey y que la misión era otra. Las elucubraciones iban desde lo más disparatado hasta lo más racional. A mí, sólo me retumbaban como un martillo las palabras de despedida de mi madre, los desvaríos producidos por la tensión y la ansiedad me llevaron al punto de que en algún momento llegué a sentirme poseedor de un gran secreto.

La reunión fue la más corta de mi vida. Sólo duró el tiempo que le llevó al Jefe de Cuadros de las FAR decirnos. “un grupo se va con este compañero y otro grupo se va con este otro”. Ambos eran oficiales del MININT, algún tiempo después supimos que tenían importantes responsabilidades en la Dirección General de Operaciones Especiales.

Nos despedimos de los amigos que se marchaban a otro lugar, mi grupo, -el más numeroso- fue llevado a una instalación del este de La Habana, unos pocos, tal vez dos o tres, ya habían estado allí y la identificaron con un nombre que en ese momento no nos decía nada: “Estamos en Punto 0”

De manera expedita nos instalamos en el cuartel y mucho más rápido aún nos organizamos militarmente en escuadras y pelotones. Esa misma tarde pasamos por la formal identificación. Ahí encontré nuevamente al oficial flaco, y espigado, que nos había traído a Punto 0. Al finalizar la entrevista, en la que tomamos el nombre que a partir de ese momento íbamos a usar, este oficial me preguntó si tenía algo que agregar y le dije “También soy venezolano”. “Eso es muy interesante” fue su respuesta. Fueron las primeras palabras que crucé en mi vida con el entonces Teniente Coronel, hoy General Retirado Alejandro Ronda Marrero. Jamás supuse que años después forjaríamos una amistad que hasta hoy dura, que me enorgullece y me honra.

La preparación combativa comenzó ese mismo día en la tarde. Era el 9 de junio de 1979. En esas lides nos encontrábamos el día siguiente a media mañana. Por razones que en ese momento desconocíamos todo el esfuerzo se concentraba en el aprendizaje y el logro de hábitos y habilidades en el manejo de la artillería, principalmente en el uso de un cañón chino de 75 mm. y el mortero soviético de 82 mm. Por supuesto los artilleros teníamos ventajas y cooperábamos con nuestros compañeros de otras especialidades. Se nos insinuaba que seríamos los primeros en partir.

En el fragor de la preparación no nos dimos cuenta de la llegada de una pequeña caravana y de repente, como salido de la nada, el Comandante en Jefe Fidel Castro estaba entre nosotros, recorría las posiciones de fuego, indagaba sobre el manejo de la mira, la carga a usar de acuerdo a la distancia y en más de una pieza permaneció junto a la dotación a la orden de Fuego!!!

Al cabo de algunas horas se retiró, pero en la conciencia de cada uno comenzó a rondar el tamaño de la responsabilidad que adquiríamos. Si el Comandante en Jefe personalmente inspeccionaba la preparación combativa, significaba que se trataba de una misión que hasta ese momento no habíamos considerado en su justa dimensión.

A partir de ese momento las visitas de Fidel se repitieron con regularidad, a veces, varias en la misma jornada. En la tarde del tercer día se produjo la primera reunión de todo el grupo con el Comandante en Jefe. Ésta, versó sobre temas generales acerca de nuestra experiencia formativa, se preocupó por los asuntos de nuestras familias, el funcionamiento del Partido y por primera vez se nos informó abiertamente que íbamos a Nicaragua, que era una misión voluntaria y que quién no estuviera dispuesto lo debía decir para que una vez cumplida la misión por parte de los que iríamos volvieran a sus tareas habituales antes de ser llamados. Sólo uno rehusó a incorporarse a la misión internacionalista.

Desde este momento se incrementó la calidad y cantidad de la preparación combativa. Se incorporaron compañeros nicaragüenses, hondureños, guatemaltecos y salvadoreños y con todos ellos construimos un gran contingente internacionalista dispuesto a ir a luchar junto al hermano pueblo de Nicaragua. La continua presencia de Fidel junto a nosotros, su confianza en que podíamos cumplir esta misión, en la que no podían participar masivamente los cubanos debido a la situación política, nos fortaleció el espíritu, nos llenó de orgullo y sentido de la responsabilidad.

Fidel lo relata de la siguiente manera: “Una brigada de apoyo fue organizada rápidamente con revolucionarios nicaragüenses, salvadoreños, hondureños, guatemaltecos y uruguayos que se entrenaban entonces en Cuba, y 51 oficiales del Partido Comunista de Chile, 20 del partido Socialista de ese país y ocho del Partido Comunista uruguayo, formados durante años en nuestras academias militares, que fueron integrados a esa fuerza con autorización previa de sus organizaciones políticas. Diez médicas y dos médicos chilenos, militares todos, formados igualmente en Cuba, fueron enviados al Frente Sur para atender a los heridos de guerra”

Se comenzaron a formar los grupos, las variantes eran muchas, a cada rato cambiaban, la ansiedad por la pronta partida, la posibilidad de ir primero, de ir después o de no ir, revoloteaban en nuestras mentes. El encierro, la cercanía de la partida, la incomunicación con la dirección superior que debía decidir en términos políticos el tamaño de la misión y el control personal de la misma por parte de Fidel, coadyuvaban a crear un ambiente místico y de tensión, a veces casi insoportable.

Las horas y los minutos se hacían interminables a pesar de que tratábamos de llenar los tiempos “muertos” con reuniones, debates, con el estudio de Nicaragua, de su historia y geografía, del FSLN, de su lucha y sus mártires y sobre todo el conocimiento de la situación de la coyuntura, el terreno donde debíamos desarrollar la misión, el estudio del enemigo, y de nuestras fuerzas combativas.

El quinto día recibimos la autorización para la partida y quedó constituido el primer grupo en el cual iríamos especialmente artilleros y compañeros que se habían destacado en el mando de tropas. En la tarde Fidel se reunió con nosotros y nos planteó la misión.

Comenzó por informarnos la situación política y militar en Nicaragua. Nos dijo que a diferencia de la insurrección de 1978 en que el FSLN estaba aún dividido en tres tendencias, ahora se había producido la unidad y que se había creado una Dirección Nacional Conjunta compuesta por 9 miembros, 3 de cada tendencia, que ello permitió idear un plan insurreccional único donde a cada tendencia se le habían asignado tareas en los frentes de guerra, en los frente político, de masas e internacional. Señaló con detalles la ubicación de los frentes de guerra y las misiones más generales de cada uno de ellos en el marco de una ofensiva final que no debía terminar sino con el fin de la dictadura.

Una vez hecho esto, pasó a la misión concreta para el contingente que salía. Nos informó que íbamos al Frente Sur, que operaba en la frontera con Costa Rica, el cual debía incursionar en una pequeña franja de territorio que iba desde el Lago de Nicaragua hasta el Océano Pacífico.

Explicó que hasta ahora habían sido infructuosas las acciones para consolidar ese frente y que los combatientes nicaragüenses con mucha valentía y heroísmo habían tenido que retirarse a Costa Rica desde donde se preparaba un nuevo ataque a territorio nicaragüense, pero esta vez sobre la Carretera Panamericana a partir del puesto fronterizo de Peñas Blancas.

Fidel nos señaló con firmeza que nuestra misión consistía en apoyar a las columnas guerrilleras sandinistas para mantenerse en el territorio ocupado, que una vez dentro del territorio nicaragüense, se debía profundizar la ofensiva lo más que se pudiera sin correr el riesgo de que un ataque por la retaguardia de nuestras fuerzas pudiera “cortar” el frente en dos con el riesgo del aniquilamiento del mismo. Que una vez ocupadas las posiciones, debíamos pasar a formas de guerra regular, manifestada a través de la consolidación de una línea de trincheras que se debía mantener a cualquier costo.

Nos explicó que era necesario aumentar la potencia de fuego para impedir o desestimar cualquier intento enemigo de recuperar sus posiciones y crear condiciones para -si la situación táctica lo permitía- avanzar en la ampliación de la “cabeza de puente” conquistada. Comprendimos la urgencia del envío de artilleros al Frente Sur.

Al respecto dice Fidel, “Los sandinistas habían promovido un levantamiento en el sur de su país, próximo a la frontera de Costa Rica. Después de más de 10 días de combate, se habían replegado a territorio tico. Por diversas vías legales se movieron los hombres que fueron en su apoyo. En un viejo cuatrimotor DC-6 que podía cargar 14 toneladas se enviaron las armas pertinentes, que eran desembarcadas en el aeropuerto de Liberia, a pocos kilómetros de la frontera con Nicaragua. Se portaron valientes las autoridades de Costa Rica que suscribieron el acuerdo. Las armas asignadas a los nicaragüenses iban para el Frente Sur y otros puntos en rebeldía. En uno de esos vuelos viajó el teniente Coronel de Tropas Especiales Alejandro Ronda Marrero, entonces jefe de operaciones de esa importante unidad, como asesor del Frente Sur”

La misión se cumplió, las columnas del FSLN irrumpieron en Nicaragua por Peñas Blancas a mediados de junio, una vez aniquiladas las fuerzas que defendían el puesto fronterizo la ofensiva se profundizó hasta que el enemigo se atrincheró en una línea al norte del Río Ostayo a unos 8 km. de la frontera, teniendo en su flanco izquierdo el lago de Nicaragua y en su flanco derecho una línea protegida por colinas de mediana altitud en las cuales establecieron una línea de trincheras, el FSLN dislocó sus columnas guerrilleras en una línea aproximadamente a 800 mts. al sur del Río Ostayo, pasando por alrededor de un km. al oeste de Sotacaballo y la Calera, ubicada en el camino que va de Sapoá hacia el Pacífico., siguiendo una línea hacia el sur hasta la frontera con Costa Rica.

El territorio conquistado y liberado por el FSLN en el cual nos debíamos atrincherar, mantener, consolidar y resistir todos los posibles embates del enemigo encaminados a su captura y aniquilamiento, tenía aproximadamente 40 km2. El Frente Sur tenía además como misión alterna consistía en el abastecimiento logístico de las columnas que operaban en la cercanía de la ciudad de Rivas y -si las circunstancias lo permitían- avanzar hacia el norte y tratar de juntarse con estas fuerzas, pero sin arriesgar la estabilidad del territorio ocupado.

Los miembros de la Brigada Internacional preparamos el armamento, desplegamos las baterías de cañones y morteros formadas por combatientes internacionalistas centroamericanos, de otras latitudes, además de un contingente de combatientes sandinistas que fuimos subordinados a las columnas guerrilleras del FSLN. Algunos compañeros fueron ubicados en áreas del mando, estado mayor y retaguardia para apoyar a los jefes nicaragüenses, toda vez que la guerra en esta parte del país adquiría carácter regular.

El enemigo lo veía desde la otra trinchera. En un libro escrito y publicado por Justiniano Pérez (ex oficial de la Guardia Nacional y último comandante de la Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería –EEBI- la tropa elite de Somoza) se manifiesta el impacto de esta nueva etapa. En un capítulo de este libro titulado “De lo irregular a lo convencional” Pérez expone que “La reorganización que dio paso a este episodio produjo de parte del enemigo, otro masivo asalto a Peñas Blancas y Sapoá de donde pudieron desalojar al Comandante Bravo a base de nutrido fuego de morteros, armas pesadas y una impresionante masa humana, nunca vista antes de operación alguna. Bravo retrocedió hasta El Cibalsa, en la intersección de la carretera Panamericana y el desvío a san Juan del Sur. Cibalsa que era el asiento del COC (Comité de Operaciones de Combate) de la EEBI, se convirtió en el Comando táctico de las operaciones del Frente Sur. La acción inmediata fue establecer una línea defensiva de contención a lo largo del Río Ostayo y que se extendía por las partes altas del istmo que proporcionaban visibilidad y cubrían las probables rutas de avance entre el Pacífico y el Gran Lago.

Esto dio origen a una guerra de posiciones y un prolongado impasse que terminó con la partida del General el propio 17 de julio de 1979. Artillería convencional, usando por primera vez obuses de 105 mm., morteros de 120 mm., incursiones “comando” a Costa Rica para golpear los canales logísticos en la retaguardia del enemigo y patrullaje agresivo constante, dieron un tiempo, la impresión que no estábamos en un ambiente irregular de “guerra de guerrillas” sino en una guerra convencional contra Costa Rica, Cuba, Panamá y Venezuela.”

En la lógica más trascendente se visualizó todo el pensamiento estratégico de Fidel. Nos dijo que si el FSLN lograba consolidar un territorio en el Frente Sur, Somoza iba a reaccionar de la manera más contundente, porque como había centrado su propaganda en el sentido en que estaba siendo sujeto de una agresión del “comunismo internacional” desde el sur, iba a concentrar el mayor contingente de lo mejor de sus fuerzas para derrotarnos y poder anunciarse al mundo como un adalid en “defensa de la democracia” que debía ser ayudado por Occidente. Con esto pretendía sostener la ayuda militar que Estados Unidos le estaba dando y con la cual mantenía su maquinaria de guerra.

Era menester considerar que la guardia nacional somocista había utilizado con éxito durante la insurrección de septiembre de 1978 el ataque por partes produciendo el aniquilamiento o neutralización sucesiva de los frentes insurreccionados. Según el Comandante en Jefe Fidel Castro, la consolidación del Frente Sur, iba a quitarle presión a los demás frentes de guerra del FSLN que podrían a partir de un plan único y simultáneo iniciar una ofensiva que confluyera hacia Managua, último bastión que sostendría Somoza.

Justiniano Pérez, en su obra ya citada. manifiesta los resultados de la aplicación de la decisión estratégica revolucionaria en el combate y su impotencia por revertirla, “Mientras todo esto sucedía en el frente sur, los Departamentos y la Capital eran asediados con dureza y poco a poco, sin posibilidad de refuerzos, sucumbían en masiva desventaja”. Se había logrado pasar – desde nuestra doctrina militar- a lo que los vietnamitas llaman la etapa final de la guerra revolucionaria, la de la ventaja estratégica y así el tránsito a la victoria se hizo indetenible.

La valoración que Fidel hace del cumplimiento de la misión es contundente, al referirse a los combatientes internacionalistas y entre ellos a los oficiales de carrera dice que”…escribieron una página imborrable en la historia de América Latina, tarea que prosiguió después de la victoria, junto al esfuerzo solidario e irrestricto de nuestro país.”

La fuerza táctica de Somoza en el sur estuvo conformada por la Patrulla Presidencial con 60 hombres, la Compañía “B” del batallón Blindado con 120 hombres, todos los grupos móviles de la EEBI con 260 Hombres y el resto de las compañías que estaban entrenamiento en la EEBI: Delta, Echo, Foxtrot, Golfo, Hotel, India, Juliet, Kilo, Lima y Mike con 330 hombres. Como lo señala, Pérez “…un gran total de 750 hombres que sellaron la Frontera Sur por el istmo de Rivas para repeler el avance de Edén Pastora por la carretera Panamericana y la carretera Ostional- San Juan del Sur” A esto hay que agregarle, “…dos aviones T-33 a reacción, que lanzaban sus cohetes, disparaban con sus ametralladoras de proa, aviones de ataques Push and Pull, C-47 y helicópteros que ametrallaban y lanzaban bombas de hasta 500 libras sobre las posiciones de ese frente…” como nos recuerda Fidel .

A ello oponíamos alrededor de 400 hombres y mujeres, (la mitad de las fuerzas del enemigo) que disponían de fusiles FAL, ametralladoras MAG, ametralladoras pesadas calibre 50, bazucas RPG-2 cañones sin retroceso de 75 mm. y morteros de 82 y 120 mm, como señala Fidel. Recalca que “los soldados y los oficiales, formados en nuestras academias militares, estaban especialmente preparados en el empleo de esas armas…”

Sin embargo lo más importante que se puede constatar de la valoración que hace Pérez cuando dice que había un total de 750 hombres para sellar la frontera e impedir el avance del frente sur del FSLN, es que aún hoy sigue pensando que nuestra misión era avanzar hacia el norte, sin darse cuenta que la idea estratégica que se desprende del planteamiento de misión por parte de Fidel era que la misma consistía en resistir en el territorio conquistado para obligar la concentración de la agrupación de las fuerzas estratégicas del enemigo en el sur, impidiéndole actuar en los otros frentes de guerra.

Más adelante Pérez se contradice, aunque en realidad es manifiesto que no quiere aceptar la derrota en el plano estratégico. Así se entiende en el colofón de esta gesta cuando relata en toda su dimensión “Las operaciones en el Frente Sur se prolongaron por 6 semanas: todo el mes de junio y las dos semanas de julio antes de la partida del “Jefe”. La historia del Frente Sur es triste para la Guardia Nacional por que (sic) representa el fracaso del éxito. Fue el único y último lugar de Nicaragua donde se pudo aglutinar una fuerza táctica organizada apresuradamente con elementos de diferentes unidades, especialmente del Batallón Blindado y la EEBI y donde se pudo coordinar un apoyo aéreo efectivo para fines del reabastecimiento y emplear por primera vez en Nicaragua, teléfono inalámbrico” para finalizar afirmando que “ El Frente Sur resume sin lugar a dudas, el éxtasis y la agonía; la confianza y la resignación de una pequeña fuerza que representaba lo mejor de una institución en su postrimería. Llegó a ser la “crema y nata” de lo que la GN pudo llegar a tener y en consecuencia, con lo mejor de lo mejor en un solo lugar, el resto del país quedó desprotegido por que (sic) no había autosuficiencia en ningún lado. Esta portátil de la GN quedó empantanada en la zona sur, mientras el resto del país sin posibilidad de auxilio, caía paso a paso. Un éxito táctico, convertido en derrota estratégica. Una trampa mortal”

La misión del Frente Sur y la de los combatientes internacionalistas como parte de él evaluada por el enemigo en el párrafo resaltado, hace patente en toda su dimensión su derrota. La visión estratégica de Fidel puesta a prueba una vez más y el resultado es el éxito expresado en la victoria del pueblo nicaragüense y la derrota total del enemigo que significó la desaparición de la Guardia Nacional.

Fidel lo dice, también como colofón, refiriéndose al 18 de julio de 1979 expresa “La elite somocista se esfumó ante el riesgo inminente de tener que rendirse o ser aniquilada. Esa misma noche sus fuerzas, absolutamente desmoralizadas por los golpes recibidos en los reñidos combates del Frente Sur, se replegaron hacia la costa del Pacífico, que no estaba distante, y huyeron hacia El Salvador, donde los yanquis las reorganizaron utilizando posteriormente a sus componentes como espina dorsal de la guerra sucia contra la Revolución Nicaragüense.

Los combatientes del Frente Sur avanzaron por la Carretera Panamericana sin encontrar resistencia alguna, como no fueran las multitudes enardecidas aplaudiendo la victoria. Encabezando la marcha iban los Comandantes Edén Pastora, José Valdivia y Javier Pichardo ”

Hoy a 30 años de esa fecha memorable manifestamos nuestro orgullo por haber podido participar en esa gesta heroica del pueblo nicaragüense, por haber entregado lo mejor de nosotros, incluyendo la vida de algunos de nuestros hermanos, por haber podido seguir la senda del internacionalismo que nos trazó el Comandante Ernesto Che Guevara, por haber conocido y combatido junto a tantos y tantos combatientes de diversos países, por haber construido con sangre, lazos de hermandad con los combatientes sandinistas con quienes tuvimos después el honor de colaborar para construir el Ejército Popular Sandinista hoy Ejército de Nicaragua y sobre todo por haber tenido el privilegio de contar con la confianza del Comandante en Jefe Fidel Castro, cuya visión estratégica nos señaló el camino de la victoria.


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