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Acotando las expectativas sobre el MPT

CHILE - Sobre una izquierda revolucionaria en ciernes III

Ariel Zúñiga

Lunes 27 de julio de 2009, por Claudia Casal

Debido a la publicación en mi bitácora de información sobre el MPT, (Movimiento de los Pueblos y de los Trabajadores) he recibido muchas preguntas de las cuales me debo hacer cargo pese a no tener ningún puesto en dicha organización. En rigor, sólo soy un simpatizante más. Pero desde esa marginalidad tengo una posición informada respecto de ella y en algo puedo satisfacer la curiosidad, al menos la de mis escasos lectores.

En un texto que aún no ve la luz, y que cuando lo haga avisaré oportunamente, se relata la historia de la organización de la oposición a la dictadura desde el PRODEN (Proyecto de Desarrollo para un Consenso Nacional), hasta lo que ha sido nuestro golem, la Concertación de los Partidos por la Democracia. El autor de dicho texto en un momento reflexiona en torno a todo lo que se ha hablado y escrito respeto a la violenta y efectiva represión de Pinochet a esos movimientos pero lo poco sobre las disputas provincianas de poder que debilitaron a esas estructuras mucho antes pudieran consolidarse. Problemas entre guatones y chascones en la DC que llevaron a un biunvirato entre Aylwin y Valdés que luego desembocaron en la Alianza Democrática y finalmente en el PRODEN. Todo eso ocurría en la trastienda, oculto por el mismo velo informativo de la dictadura.

En 1983 el país ardía, y no era porque de pronto todos eran allendistas, era porque había hambre. El objetivo de echar al dictador se cumplía con una mínima unidad en la cúpula pues el desempleo y el resentimiento harían el resto. Además Pinochet no disponía de un poder absoluto y era constantemente asediado por Jarpa y Mathey, luego de Leig. Tanto en el PRODEN como en la Alianza Democrática se marginó a los grupos que adherían a la resistencia violenta, y por una cuestión táctica a los representantes de ideas que propagarlas era considerado delito debido al artículo 8º de la Constitución derogado en 1989. Estos últimos se reagruparon en el MDP.

Sin ser revolucionarias las organizaciones que llamaron a las primeras protestas era tal el caudal de descontento con que contaban que pronto, a costa de muchas víctimas y sufrimiento, desestabilizaron al régimen obligando a que decretara el estado de sitio y se ocuparan las ciudades por militares. Todos, desde liberales hasta marxistas compartían el mismo objetivo a corto y mediado plazo: Derrocar a Pinochet y derogar la constitución del 80’. Por su inicial desencuentro, y disputitas de poder entre quienes asumirían el poder una vez sacado el tirano, se desaprovechó la oportunidad y se tuvo que llegar a la derrota vendida de empate de 1988-1990. (1990-2009)

Es cierto que algunos presionaron desde la Alianza Democrática para quitarle el tiraje a la chimenea pues se había despertado al cuco, al roterío, y eso hacía imposible gobernar tal cual ellos querían. No olvidemos que eso mismo lo intentó la DC en 1973 pues creía que Pinochet le entregaría el poder a ellos entre un par de semanas y un par de meses después del bombardeo a la Moneda. Aquí ocurrió algo parecido, necesitaban presionar a Pinochet, arrojando las hordas del hambre y la desesperación a la calle pero una vez instalados los “barbaros” en el poder ¿Qué aseguraba que se lo regresarían?

Desde el principio existían, por lo tanto, divergencias tácticas y estratégicas, entre un amplio grupo superficialmente homogéneo. Y dichas diferencias no eran entre ateos materialistas y cristianos, tampoco entre comunistas y democratas cristianos, o entre militantes de partidos y sindicalistas, sino que entre demócratas y aristócratas; entre quienes aguantaban a las pepas de la sandía de la revuelta antidictatorial y entre quienes no darían un paso en falso que arriesgara sus inveterados privilegios.

Ni en 1973 Chile ha estado tan cerca de una revolución como en esos días, el riesgo, para todas las dirigencias, era que esa revolución terminaría con todos los tiranos y con todos los privilegios incluyéndolos. Ante ese riesgo una mayoría transversal de las organizaciones antidictatoriales estaban en el bando de la dictadura y eso se hizo carne en la conformación de la Concertación y sus cuatro gobiernos sucesivos: La consolidación de un modelo aristocrático populista urbano, como he denominado en otras ocasiones “capitalismo de tercera vía” es decir, el populismo más avanzado y descarado que se conozca en el cual iglesias (el acuerdo va más allá del catolicismo), las fuerzas armadas (en las que se incluye la Policía), los grupos económicos (a los cuales denomino macroempresariado), la burocracia y los políticos tradicionales (que son agentes de esos intereses y que en vez que perder su trabajo lo han conservado con suculentos aumentos) se estructuran como clase dirigente para aprovechar de las ventajas de una mano de obra y recursos naturales que yacen en un país. Los nostálgicos dirán que se me olvidan los “intereses imperiales” o “imperialistas”, no es un olvido, tanto las iglesias (insisto, no sólo la romana), las fuerzas armadas y el macro empresariado responden a intereses trasnacionales, deslocalizados, desnacionalizados, eso hace de muchos de los argumentos antimperialistas nada más que un cuento Chino.

La izquierda en esa época, tanto la internacional como la nacional, ya estaba liquidada. A la izquierda chilena se la había destruido mediante el exterminio de sus dirigentes y la criminalización de sus valores. Se exterminaron a las cúpulas del MIR, PS y PC, en ese orden. Al resto se lo exilió contaminando el socialismo vernáculo con la ortodoxia de oriente y la hiperrenovación de occidente. El pueblo por sí solo, sin dirigentes, estaba capacitado para luchar por la emancipación pero las dirigencias, desde liberales a marxistas, no estaban capacitados para asumir el control por lo tanto se avocaron, desde sus distintas trincheras, a desmovilizar. Extorsionaban a Pinocho con el fantasma del pueblo mientras rezaban a dios y diablo por que dicho fantasma no se hiciera real.

Para cuando se derribó el muro de Berlín no sólo Rusia estaba desahuciada sino que también un trabajo centenario de organización política que condujo al Frente Popular y a la Unidad Popular. La izquierda estaba aniquilada, las conquistas laborales se conservarían por una mera cuestión de “gobernabilidad” de la clase macroempresarial. Desde entonces una falsa discusión, un continuo de charchazos de payasos, copa la agenda informativa. Unos ofician de malos y otros de buenos; los malos proponen flexibilizar el mercado del trabajo, algo así como derogar el apolillado código del trabajo librando todo a las reglas del mercado como en China; los que hacen de buenos defienden la constitución y el código del trabajo de la dictadura.

Luego de casi 36 años de vigencia absoluta de un régimen aristocrático, además despótico, que controla a un país urbanizado casi igual que a un fundo; donde unos mandan y otros obedecen; donde algunos ni siquiera tienen derecho a voz; donde no rige ni siquiera la ley de la selva; donde algunos gobernantes han abusado de la paciencia y la tontera de algunos ciudadanos presentándose como democráticos cuando sólo buscan aprovechar el caudal político de las masa inculta.

En fin, de izquierda no queda nada, absolutamente nada.

Todo en la izquierda es un proyecto, no sólo su eventual triunfo político sino que su misma organización y hasta su doctrina.

¿El MPT es una continuación del MDP? Esperemos que no, más bien luchemos porque así no sea. Luchemos por inventar una izquierda en vez que tratar de resucitar el pútrido cadáver junto a sus cursis canciones y pulgientos chalecos artesa.

En el apuro por derrocar a Pinochet, en la urgencia, se desperdició un capital político que no volverá de la noche a la mañana. Los hijos de los que se jugaron la vida en las barricadas no creen en los “compañeros” porque muchos de ellos los dejaron abandonados en el pavimento persiguiendo carguitos como una meretriz busca los polvos. Esto no ocurrió hace un par de días con Teillier y Arrate, eso se consolidó en 1988 pero ya era normal a finales de 1983.

El MPT no debe ser tampoco la continuación de ese corpus sine animus que ha sido el Ni Juntos Podemos. Tampoco la materialización de la fantasía de la ultra izquierda situacional [1] de campus y casas con piscina.

Cuando digo que simpatizo con el MPT quiere decir que me considero un actor de cambio, alguien que puede colaborar en la construcción de dicha organización. Un trabajo que quizá demore mucho más que un par de décadas, pero que en algún momento debe comenzarse.

Cuando digo que hay que crear a la izquierda es porque pienso que los humanos somos capaces de inventarnos un destino, y así como no somos esclavos de los diez mil años de explotación que nos antecede, tampoco le debemos reverencia a nadie pues somos libres de trasformar al mundo radicalmente. Nuestro lugar, si está en alguna parte, es en el futuro. Ya actuaron los Bakunin, los Marx, los Lenin, los Guevara, y ya fracasaron calamitosamente, es la hora que nos hagamos cargo de nuestro destino. Conocer la historia es indispensable, pero no nos debemos a ella.

responsabilite


[1Se le denomina homosexualidad situacional a la conducta sexual entre el mismo género que se produce en contextos en que no se puede acceder a los de otro género. Esto ocurre en monasterios, conventos, cárceles, internados, etc. Cuando termina la situación que los llevó a la práctica homosexual continúan o comienzan una vida heterosexual. En las universidades muchos niños juegan a revolucionarios pero cuando vuelven a la vida real continúan siendo lo que son sus padres. Con las herramientas de poder que los dotó la academia incluso ascienden en la pirámide de la explotación. Muchos se dedican incluso a rentabilizar esa fase revolucionaria, ese pecado de juventud, ya que muchos organismos empresariales y estatales remuneran generósamente la predicción de conductas colectivas lo que requiere de la comprensión de jergas y costumbres.

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