Portada del sitio > Español > Latinoamérica y Caribe > CHILE - La renovación de la izquierda

Una tarea pendiente

CHILE - La renovación de la izquierda

Ariel Zúñiga

Lunes 3 de agosto de 2009, por Ariel Zúñiga

Nada une tanto como el triunfo ni separa como la derrota. Los cambios en los vientos, en la suerte, hacen que muchos muden sus obsoletos vínculos de lealtad por otros o a que los inventen. Desde el 68’ la izquierda comenzó un lento pero continuo camino de sobrevivencia en la derrota: El capitalismo era mucho más sólido de lo que habían sostenido los ingenuos próceres de los triunfos modestos y parciales; además se universalizaba el acuerdo en relación a que dichos triunfos efímeros no eran tales.

Era señal de consecuencia no hablar en voz alto sobre el desastroso socialismo real que para consolidarse hubo de convertir a las sociedades agrarias en capitalismos de Estado. Uno de ellos, China, es la potencia industrial de la actualidad ¿Quién dijo que se acabó el trabajo? ¿Que ya no hay grandes ciudades factorías? Que no estén en Alemania no significa que desaparecieron y con ellas el trabajo como alucinógicamente sostiene gran parte del gringaje, verbigracia Robert Kurz.

Desde el 68’ el minoritario escepticismo del paraíso socialista se fue extendiendo porque la opresión no desaparecería por una mera reordenación del sistema productivo y no existe ningún sistema económico alternativo siquiera esbozado menos probado. La última fuga se produjo en 1989 con el fin del bloque soviético pero las excusas para traicionar los ideales de un mundo mejor ya se habían sofisticado lo suficiente tanto así que fue fácil pasar al bando del ultracapitalismo sin variar los modales; los izquierdistas además cargaban la marraqueta bajo el brazo izquierdo pues sus contactos con las bases y los dirigentes los hacían recursos humanos valiosos para las gerencias públicas y privadas. Su ateísmo y por lo general, su leninismo, los hacía dogmáticos, leales a los poderes reales, disciplinados, estoicos y al mismo tiempo maquiavélicos y oportunistas; todo un lujo para los poderosos que estaban hartos de sus cocainómanos yupies o de los chicago boys que consultan hasta el color de sus corbatas con sus jefes del Opus Dei o de los Legionarios.

Sin becas que repartir, sin fondos externos que gestionar, muchos compañeros se quedaron literalmente sin pega, lo que es lo mismo que decir sin paga, y tuvieron que buscar otros horizontes. Y como el papel aguanta todo seguían siendo de izquierda pero actuaban más derechistamente de lo que era capaz de hacer cualquier facho. Y nadie fue capaz en ese momento de explicarles cuántos pares son tres moscas; seguían siendo admitidos en la sociedad de izquierda por cantar un par de canciones tristes y cursis, y porque el lenguaje les permitía seguir mintiendo. Pero para mentir se requieren dos personas: el que lo hace y el que cree. La crítica es entonces a los que les creyeron.

Los que ya andaban de renovados mucho antes de la caída del muro, los que ya hablaban de productividad antes del plebiscito, se les admitía como mal menor porque la monserga leninista los consideraba aliados de clase junto a otros “sectores más progresistas de la burguesía”. Pero esa táctica responde a la estrategia de la descolonización no a la lucha en los estados capitalistas ya modernizados; además es útil siempre y cuando sea una amenaza real el fascismo propiamente tal por una parte y una promesa la dictadura del proletariado por la otra. Cuando la izquierda debe luchar en minoría el validar la opción socialdemócrata sólo la debilita aún más pues la invisibiliza y la confunde en los potenciales nuevos militantes por lo que termina siendo votos para hoy y vergüenza para mañana. Además lo que consideramos socialdemócracia no es otra cosa que la defensa europea del estado de bienestar en crisis lo que en tercer mundo no es sino una mentira de cabo a rabo, ergo, el “centro político” no es más que un conjunto de ilusos, bananeros, oportunistas y asaltantes de caminos que señalan para la izquierda y doblan hacia la derecha. Se dicen centristas porque existen un par de momios de museo que odian desde los negros a los homosexuales, y quieren que los moteles tengan una biblia en vez que preservativos y agua bendita en el jacuzzi. Entonces, quienes debieran poner orden en la discusión indagando en la realidad concreta no lo hacen pues tienen roído el cerebro con la propaganda bolchevocubista y son incapaces de ver el mundo pues les enseñaron a explicar porqué Moscú o la Habana había decidido tal o cual cosa. Es cierto, la palabra renovación contiene la nefasta impronta de haber sido magreada por los derechistas de última hora, pero aún así es la única que tenemos ¡Cuanto hace falta una renovación en la izquierda!

No me refiero a nuevas consignas, a frases hechas, a imposturas siderales como hablar de socialismo del siglo XXI, Imperio, era del postrabajo, cambiar el mundo sin tomar el poder, etc. Me refiero a reconocer que si en realidad queremos cambiar el mundo, y las ideas que disponemos sólo nos llevan al fracaso y a explicarlo, es que esas ideas deben renovarse o de una vez por todas darse de baja por haber cumplido su vida útil. A muchos se les olvida que aunque esté descompuesto el termómetro sigue habiendo frío y calor; la realidad nos agobia y las “filosofías de la praxis”, las ciencias de la historia, y las bla bla bla sólo nos sirven para confeccionar manifiestos.

El marxismo está obsoleto, eso no significa que algunas aportes de él se deben rescatar, lo central es reconocer que los evangelios bolcheviques no son indispensables para transformar la realidad. Lo que señalo no se relaciona con que pase por una crisis de fe o de conciencia sino por la cosmovisión científica que me alumbra y que me incapacita para distinguir entre pseudociencia mala y pseudociencia buena. Aún algunos creen ferbientemente en las leyes de tal o cual proceso social cuando cada uno de esos principios han sido derribados por la realidad, regando cadáveres y calamidades.

Conocer para cambiar, cambiar y conocer, ese es el juego, no hay que ser un evangelista de Hegel para entenderlo, pero ser erudito en ciencias muertas no realiza ningún aporte a la emancipación de la humanidad. Ya no existe astrología, alquimia, frenología o materialismo histórico, al menos como ciencia. Subsistirá como una disciplina ociosa, supersticiosa y primitiva, pero nadie puede venir a decir que pasamos de los árboles a las olimpiadas de Beijing por un desarrollo de las fuerzas productivas y la lucha de clases, eso dice todo y no dice nada de nada al mismo tiempo. Por ende no es más que una superstición elaborada, un conjunto de mitos y dogmas es decir, una religión más.

En la primera internacional Bakunin y Marx estaban de acuerdo en lo central, en la transformación, en la emancipación. Pero la obstinación de éste último y su personalidad obsesiva-compulsiva lo llevó a sentenciar hasta el modo en que podíamos pensar sobre estos asuntos. La historia ha hecho lo suyo y ha sido más indulgente con los ilusos socialistas utópicos que con los rigurosos marxistas, los cuales hasta hoy se debaten en sus intestinas luchas entre sus distintos maximalismos, es decir, de sus distintos modos de comprender la interpretación de las escrituras reveladas en relación a la redención.

Los evangelios marxistas han servido para que los reyezuelos de ocasión maten a tres cuervos y les liben las vísceras para canonizar si están maduras las condiciones objetivas y o subjetivas. En sumas cuentas eso es lo mismo que decir que los que tienen poder buscan conservarlo y exigen a las militancias que o mezan el bote al ritmo de ellos o que lo dejen de mover cuando arriesgan sus privilegios, todo adornado en una florida jerga apostólica compañeresca.

La emancipación del hombre comienza cuando muchos comiencen a pensar por sí mismos y dialoguen sobre los asuntos que les consten, es decir, en vez que ciencia de la revolución necesitamos que los revolucionarios tengan una mentalidad científica, tal cual era en los primeros tiempos.

La charlatanería marxista bolchevique ha sido un refugio para los consecuentes que han visto en ella una cabeza de puente ante los embates de la renovación mal entendida, pero es hora que se abandonen los amuletos pues no es necesario tantos resguardos pues el sistema se encarga de crear izquierdistas todos los días con las injusticias cotidianas que produce y perpetúa.

No se trata de que no necesitamos iluminados sino de que estamos hartos de los falsos vanguardistas, de aquellos que dicen tener todo claro por que aún no calculan la inconmensurabilidad de su ignorancia. Ponerse de acuerdo en lo central para las luchas comienza por dimensionar todo aquello que no controlamos conceptualmente, por acordar ese mínimo común para una izquierda que no sólo pretende sobrevivir electoralmente sino que transformar el mundo; no se puede cambiar lo que se desconoce, no se puede actuar en un mundo que no se comprende.

La continuada sorpresa tras sorpresa, una ingenuidad propia de un infante de tres años - sorprendidos por el aumento de represión policial, sorprendidos por el abstencionismo electoral, sorprendido por la traición de los “socialista de balneario”, sorprendidos por la crisis financiera – es una muestra palmaria del mero carácter retórico de los sistemas autorizados para comprender la realidad concreta.

Cuando señalo que la izquierda requiere una nueva teoría lo hago en el convencimiento de que no existe ni aquí ni en la quebrada del ají alguna que ahora nos sirva; si seguimos esperando la última novedad de Paris al respecto sólo acumularemos espectáculo, ponchera, canas y malos ratos.

responsabilite

¿Un mensaje, un comentario?

moderación a priori

Este foro es moderado a priori: su contribución sólo aparecerá una vez validada por un/a administrador/a del sitio.

¿Quién es usted?
Su mensaje

Para crear párrafos, deje simplemente líneas vacías.