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Movimiento colectivo por la soberanía alimentaria

José Elosegui, Noticias Aliadas

Lunes 17 de noviembre de 2014, puesto en línea por Claudia Casal

12 de noviembre de 2014 - Noticias aliadas - Más de 500 representantes de organizaciones campesinas, de agricultores familiares, pescadores tradicionales, pueblos indígenas, movimientos sin tierra, trabajadores rurales, migrantes, mujeres, jóvenes, consumidores y ecologistas, se reunieron en el 2007 en el Foro Internacional para la Soberanía Alimentaria, en la aldea de Nyeleni, Sélingué, Malí.

Provenientes de más de 80 países, los participantes del Foro organizado por La Vía Campesina expresaron, según reza la Declaración de Nyeleni, que luchan por un mundo en el que “exista una verdadera reforma agraria integral que garantice a los campesinos plenos derechos sobre la tierra, defienda y recupere los territorios de los pueblos indígenas, garantice a las comunidades pesqueras el acceso y el control de las zonas de pesca y ecosistemas”.

“La mayoría de nosotras y nosotros somos productores y productoras de alimentos y estamos dispuestos, somos capaces y tenemos la voluntad de alimentar a todos los pueblos del mundo. Nuestra herencia como productores de alimentos es fundamental para el futuro de la humanidad”, señalaron [1].

La soberanía alimentaria es entendida por La Vía Campesina como el derecho de los pueblos a elegir sus propios modelos de producción, comercialización y distribución de alimentos, de forma ambientalmente sustentable y culturalmente adecuada. El movimiento lanzó el concepto en 1996, en alternativa a la idea de “seguridad alimentaria”.

El 15 de octubre del 2014 la delegación de La Vía Campesina reunida en Roma, capital italiana, para el 41º período de sesiones del Comité de Seguridad Alimentaria Mundial (CSA) de la Organización de Naciones Unidas (ONU), denunció que “la mayoría de los gobiernos permanecen ciegos ante los desafíos de seguridad alimentaria en el mundo”.

A través de un comunicado de prensa [2], los campesinos exhortaron a los gobiernos a tomar medidas urgentes a favor de la agricultura campesina e indígena, único modelo capaz de alimentar al mundo. Al día siguiente se celebraba el Día Mundial de la Alimentación, que los campesinos prefieren denominar “Día Mundial de la Soberanía Alimentaria”, y La Vía Campesina reivindicó una vez más su compromiso de lucha para alcanzarla.

Importancia y desafíos de la lucha

En un mundo donde las corporaciones transnacionales y gobiernos avanzan sobre las tierras y se adueñan de los sistemas alimentarios y de distribución de alimentos, son igualmente los campesinos quienes alimentan a la mayoría de la población. Y las mujeres juegan un rol central: ellas constituyen la mayoría del campesinado indígena y no indígena, pero su contribución a la alimentación mundial es ignorada y marginada.

Según un estudio de la organización Grain, la agricultura campesina produce hasta el 80% del alimento en los países no industrializados, aunque las fincas pequeñas suman, en total, menos del 25% de la tierra agrícola a nivel mundial. [3]

En América Latina el 60% de la agricultura proviene de predios dedicados a la producción familiar, señala el ecologista Martín Drago, co-coordinador del Programa de Soberanía Alimentaria de la federación ecologista Amigos de la Tierra Internacional.

En América Central, con 17% de la tierra agrícola, los pequeños agricultores aportan el 50% de toda la producción agrícola. En El Salvador, con sólo 29% de la tierra, los pequeños agricultores producen: 90% de los frijoles, 84% del maíz y 63% del arroz, los tres alimentos básicos. [4]

Más del 90% de todas las fincas del mundo son “pequeñas”, y tienen en promedio 2.2 hectáreas. Y la tendencia se agrava: se están perdiendo rápidamente fincas de agricultores familiares en todos los continentes, mientras que las grandes fincas han ido acumulando más tierras durante la última década.

Argentina perdió más de un tercio de sus fincas en las dos décadas comprendidas entre 1988 y 2008; sólo entre los años 2002 y 2008 la disminución fue de un 18%.

En la década comprendida entre 1997 y 2007, Chile perdió el 15% de todas sus fincas. Las fincas de mayor tamaño, con propiedades de más de 2,000 hectáreas, se incrementaron 30% en número pero, duplicaron su tamaño promedio desde 7,000 a 14,000 hectáreas por finca. [5]

Entre las presiones sobre la tierra que quitan predios a la agricultura campesina y amenazan la soberanía alimentaria, hay que subrayar la tremenda expansión de las fincas dedicadas a los monocultivos industriales (como soja, palma aceitera, colza y caña de azúcar), el acaparamiento de tierras por parte de empresas y gobiernos, la expansión de la industria extractiva (minería, petróleo, gas y, últimamente fracking), entre otras causas.

Varios países latinoamericanos dedican buena parte de sus tierras a los monocultivos industriales. El caso de la soja en Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay es un buen ejemplo, con una fuerte presencia de variedades transgénicas de la empresa estadounidense Monsanto. Los megaproyectos mineros e hidroeléctricos por ejemplo en Colombia, México y América Central también generan graves impactos socioambientales a las poblaciones en sus territorios. Muchas veces estos proyectos, como las plantaciones de granos para la elaboración de agrocombustibles y las represas, son presentados como soluciones al cambio climático.

“Dentro de la propuesta de soberanía alimentaria nosotros destacamos la necesidad de reconstruir el derecho de los pueblos y naciones a definir sus sistemas alimentarios, producir y consumir alimentos en función de sus necesidades y culturas. Esto implica la necesidad de fortalecer la agricultura campesina indígena, reconstruir los mercados locales y populares, realizar reformas agrarias e implementar políticas públicas que garanticen la permanencia de las familias en el campo y la vuelta desde las ciudades de los millones de desplazados”, afirma el dirigente campesino argentino, Diego Montón, de la Secretaría Operativa de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC-Vía Campesina),

Soberanía alimentaria en marcha

América Latina tiene ejemplos exitosos en la concreción de la soberanía alimentaria. El Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra de Brasil (MST) a través de sus campamentos y asentamientos ha logrado autosustentarse y producir alimentos para la población en general.

Los sin tierra tienen organizadas más de 100 cooperativas de producción de alimentos en sus asentamientos. Han contribuido también con la construcción de 96 agroindustrias, para ofrecer alimentos sanos y de calidad, al tiempo que mejoran sus ingresos económicos y condiciones de trabajo. [6]

Por ejemplo, la región norte del estado de Espírito Santo, en los municipios de São Mateus y Jaguaré, es un importante polo de producción de café “conilón”. Allí existe la Cooperativa de Producción Agropecuaria Vale da Vitória (COOPRAVA). Cerca de 2,000 familias asentadas en la zona son productoras de café y de ahí obtienen su renta principal. Según datos del 2009, ese año habían 10 millones de pies de café plantados, con una producción media de 100,000 sacos por año.

En tanto, en Uruguay, la Red Nacional de Semillas Nativas y Criollas está conformada por 160 emprendimientos familiares, que involucran a más de 250 productores distribuidos en 12 departamentos del país.

Sus integrantes se dedican a recuperar variedades de semillas criollas, desarrollarlas e intercambiarlas para producir sus propios alimentos y no depender de las semillas de las empresas. Cada productor que recibe semillas para cultivar la tierra y alimentar a su familia, tiene además el compromiso de reproducirlas para seguir incrementando el banco de semillas de la red.

Se destaca también en Uruguay, en el sureño departamento de Canelones, el proyecto del Molino Santa Rosa, recuperado por sus trabajadores. Es el único molino del país que produce harina con maíz no transgénico, que recibe de productores familiares.

Por su parte, en Colombia existen las “zonas de reserva campesina”, que operan bajo los principios de redistribución, acceso y control justo, equitativo y sustentable de la tierra y los recursos naturales por parte del campesinado. Esas zonas se han centrado en la agricultura y cría familiar de ganado y especies menores, así como en la pesca artesanal. El objetivo ha sido la producción de alimentos para el consumo local y regional. [7]

En Paraguay la Coordinadora Nacional de Organizaciones de Mujeres Trabajadoras, Rurales e Indígenas (CONAMURI) tiene una Escuela de Agroecología, con la que apuesta a la formación de sus cuadros en esa manera de producción.

En tanto, en Guatemala existe una Red Nacional de Soberanía Alimentaria, hay ferias de semillas en casi todos los países y los ejemplos así se replican en los diversos rincones de los estados latinoamericanos. En algunos países, como Ecuador y Venezuela, la soberanía alimentaria forma parte del marco jurídico nacional. Las organizaciones indígenas y campesinas, pero también de pescadores, trabajadores sin tierra, ambientalistas, han liderado la concreción de ejemplos de “soberanía alimentaria en marcha”.

Para hacer frente a la crisis del hambre es necesaria “una reforma del sistema alimentario global, un cambio total para pasar de la agricultura industrial a la agroecología y la soberanía alimentaria”, subraya Drago.

La Vía Campesina aseguró en un comunicado de prensa emitido el 25 de septiembre de este año que “la ciencia, las prácticas y el movimiento de la agroecología, son el producto de la acumulación durante siglos de saberes campesinos e indígenas, de cómo se producían los alimentos para la humanidad, antes de la invención de los agrotóxicos”. Saberes que ahora son sistematizados a través un “diálogo de saberes” con las ciencias occidentales de la ecología, la agronomía y la sociología rural. “Para la Vía, la agroecología campesina es un pilar fundamental en la construcción de la soberanía alimentaria” [8].


http://noticiasaliadas.org/articles.asp?art=7097

José Elosegui es licenciado en Ciencias de la Comunicación desde 2004. Periodista. Desde ese año es parte de REDES - Amigos de la Tierra Uruguay, y desde 2012 es uno de los coordinadores de Amigos de la Tierra América Latina y el Caribe del Programa de Justicia Climática y Energía. Corresponsal de Noticias Aliadas desde el 2010.

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