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La dictadura de los bibliotecarios
Jorge Queirolo Bravo
Lunes 15 de septiembre de 2008, puesto en línea por
’’No estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero defendería hasta la muerte su derecho a decirlo’’. Cita apócrifa de Voltaire
Generalmente, al escuchar la palabra “dictador”, uno se imagina a un gobernante muy autoritario y que está en el cargo sin haber sido elegido por la vía democrática. Lo raro, es asociar dicho vocablo a un grupo de bibliotecarios. Normalmente no pasaría. Pero, como en todas las instancias, siempre existen excepciones. Una de ellas se relaciona con lo que sucede en la Wikipedia, la enciclopedia virtual, que goza de un inusitado prestigio basado en su popularidad, gratuidad y la posibilidad de participar activamente en su redacción y escritura. Hasta ahí todo suena muy bien y atractivo. Aparentemente lo es. Lo que pocos saben, es que dicho medio, al menos en su versión en lengua hispana, está regido por un temible grupo de pequeños tiranos de mentes ratoniles y estrechas, que hacen lo que les viene en gana, sin que exista un control o alguna supervisión efectiva sobre ellos.
Son los llamados “bibliotecarios”, que de tales realmente nada tienen. Más bien deberían llamarse “censores”, ya que mantienen un mal entendido poder de veto sobre las aportaciones que hacen los usuarios, para lo cual esgrimen argumentos absurdos y muy poco convincentes. Se creen a sí mismos dueños de la verdad y actúan como si, en efecto, lo fueran. En la práctica han implementado una censura despiadada, que derriba estrepitosamente el mito de que la Wikipedia es libre, condición de la que actualmente carece por completo.
Y, como en las peores dictaduras, dichos bibliotecarios acallan violentamente a sus críticos. La diferencia estriba en que aquí a los opositores no se los envía a un campo de concentración, a una prisión remota o a un campamento de trabajos forzados. Tampoco se los condena a perecer en el patíbulo o a sucumbir en una inhumana sesión de tortura física. No, aquí se los defenestra a una especie de exilio, pero informático, lo cual se ejecuta mediante el bloqueo de la dirección IP del afectado que, audazmente, se atrevió a protestar contra las arbitrariedades de estos mal llamados administradores.
¿Qué se puede hacer contra este abuso? Dentro de la Wikipedia parece que nada, pese a que formalmente existe un mecanismo de reclamación, que no es más que un mero saludo a la bandera, que casi sin excepción termina por dar la razón a los bibliotecarios. Lo anterior se traduce en fallos internos y espurios a favor de éstos. Habría que ser demasiado ingenuo como para creer que pudiera acontecer lo contrario. ¿No será una utopía pretender algo tan descabellado, como que los representantes de la Wikipedia obren con justicia? Ellos son, simultáneamente, juez y parte, fiscal y abogado defensor de su propia causa. Desconocen el término “imparcialidad”.
Nada cambiará en la Wikipedia, a menos que los usuarios se rebelen masivamente en contra de los bibliotecarios, aunque eso es improbable pese al enorme descontento existente entre el público llano y corriente. Sería muy difícil poner de acuerdo a tanta gente diferente al mismo tiempo. El sistema administrativo de esta enciclopedia está formulado para defender a los bibliotecarios malos, mentirosos e incompetentes. Ellos se han apropiado mañosamente de los escalafones burocráticos de la Wikipedia y los manejan a su más completo antojo, para lo cual han forjado artificialmente un buen número de bibliotecarios títeres. Dicha forma de proceder, anula toda posibilidad exitosa de reclamar contra prácticas más dignas de la GESTAPO hitleriana, que de una enciclopedia que pregona a los cuatro vientos ser democrática y, claramente, no lo es.
El público lector, desde luego, no se ha quedado estático ni permanece indiferente. Se han formado varias enciclopedias alternativas para paliar la falta de libertad y democracia en la Wikipedia. Éstas, de a poco, están tomando fuerza y ganando cada día más adeptos. ¿Qué futuro tendrán en la red? El tiempo lo dirá. Mientras tanto, mejor tomo distancia de los opresores wikipedistas. No vaya a ser cosa que decidan sentenciarme a muerte por bocón, fusilándome en un paredón… virtual, por cierto.
Mensajes
1. La dictadura de los bibliotecarios, 16 de septiembre de 2008, 10:22, puesto en línea por C. Montañés
Estoy de acuerdo con lo que usted dice. De hecho he sido testigo, gracias a un aviso, de cómo una simple llamada a a actuar con educación ha sido respondida con violencia. Entendida esta como provocaciones, insultos y, ante la falta de la reacción esperada y de una excusa mejor, expulsión por tener en la firma la signatura de un versículo de la Biblia. Una cita, por cierto, que simplemente llama a la honradez.
No niego que el sistema pretenda ser justo, pero cuando los encargados de aplicarlo se saltan sus propias normas las intenciones se hunden. Cuando se defienden insultos y vejaciones de un colaborador protegido alegando que es una autoridad, algo específicamente contrario a las normas de Wikipedia. Cuando se exilia a colaboradores no por ser peligrosos para los contenidos, sino por ser críticos con la violencia con la que se actúa. Cuando se permite eliminar el alegato de defensa, que las normas de Wikipedia permiten, al mismo bibliotecario que expulsa fuera de normas. Cuando esto y más se permite, pasan las cosas que pasan.
Todo esto no puede por menos que afectar a los que lo contemplan. Personas con conocimientos, formación e incluso con cierto éxito no sienten la necesidad de pasar por estas servidumbres. Los contenidos se resienten, hay quién dice que en ciertos temas es el objetivo. Al final tenemos una serie de campos del conocimiento que, en algunos casos, no superan ni primaria. Queda demostrado que el verdadero conocimiento no puede ser controlado por segundones deseosos y celosos de su propia relevancia.