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El terremoto y las políticas de infancia del nuevo gobierno
CHILE - No sólo de frazadas viven las niñas y los niños
Iskra Pavez
Lunes 22 de marzo de 2010, puesto en línea por
Actualmente en los medios de comunicación y en las redes sociales se ha hecho famoso un niño llamado Víctor Díaz, apodado El Zafrada porque ante la pregunta del periodista del diario “La Tercera” sobre qué necesita su familia después del terremoto, responde con la feliz frase “nos faltan zafradas”. Durante la entrevista que lo hizo famoso, este niño reflexiona respecto a las devastadoras consecuencias del terremoto y el maremoto en el sur de Chile, pero también nos cuenta detalles de su vida cotidiana: habla de sus amistades, del colegio, de su familia, de su comunidad y no olvida referirse a la mala educación pública que recibe. Es decir, nos habla sobre el mundo que le ha tocado vivir. Por último, realiza un llamado a Sebastián Piñera para que le visite y ayude a su familia y su comunidad de Iloca, 7ª región.
Al escuchar las palabras de Víctor Díaz, muchas personas sienten ternura por la supuesta inocencia, a la vez que gran sorpresa y admiración por su lucidez. Sin embargo, este testimonio también nos muestra una tranquila comprensión de las consecuencias del terremoto con un gran sentido crítico, una opinión alejada del acostumbrado sensacionalismo de la televisión que inunda por estos días y quizás por esto mismo nos sorprende. El “hablamiento” del niño no sólo refleja su opinión crítica, sino que además podemos comprender que no ha vivido con grandes comodidades materiales y por lo mismo ha desarrollado una gran capacidad de resiliencia (el sentido del humor es una de sus características). La resiliencia significa que las niñas, los niños y las familias que viven en condiciones sociales y económicas precarias tienen la habilidad de revalorizar sus propios recursos para enfrentar estas situaciones difíciles que viven a diario. El terremoto nos obliga a dirigir la mirada sobre los más afectados -que son los mismos de siempre según Gabriel Salazar- y ante tanto desastre, nos sorprende ver la amable sabiduría de un niño de 8 años de una familia pescadora que lo ha perdido “todo”. El impacto mediático que este testimonio ha causado demuestra que pocas veces se escucha con seriedad la opinión infantil ante los fenómenos sociales. Pareciera que con el éxito económico y la capacidad de consumo se nos olvidan justamente las personas comunes y corrientes –como Víctor Díaz– que son la base de nuestro país.
Ciertamente, el terremoto ha traído consigo diversas réplicas sociales y políticas para toda la sociedad chilena. En este sentido, hemos visto que la propia sociedad civil se ha organizado para entregarse ayuda mutuamente y comienzan a oírse voces críticas especialmente sobre las consecuencias que tendrá el terremoto en las políticas del nuevo gobierno. De hecho, el mismo Sebastián Piñera señaló que a raíz de esta catástrofe habría algunos cambios en su Programa de Gobierno. Pero, ¿cuáles serán esos cambios en materia de políticas públicas dirigidas hacia la infancia y que afectan a niños que viven en situaciones similares a las de Víctor Díaz? ¿Qué cosas prometidas para la infancia más excluida, dejarán de hacerse?
Algunas cuestiones prometidas en el Programa de Gobierno presentado durante la campaña de Sebastián Piñera en materia de Política Pública destinada a la infancia y adolescencia se refieren, entre otras cosas, a crear un Servicio Nacional de la Infancia que garantice el respeto de los derechos de los niños y niñas, especialmente en situación de riesgo social (Pág. 74,147). Así mismo se diseñó aumentar la cobertura del Programa Chile Crece Contigo y de la educación preescolar (147); ampliar el horario de las salas cunas y jardines e implementar servicios de cuidado después del colegio (83); duplicar gradualmente la subvención escolar por niña o niño atendido, especialmente los más pobres (82); crear Programas de educación sexual (144); de atención y prevención de la Violencia Intrafamiliar (78); mejorar las viviendas sociales (142); y crear más parques, plazas y juegos infantiles (143).
Por otro lado, se prometió reformular íntegramente el SENAME a través de un Programa de responsabilidad penal juvenil con estrategias especiales para los niños y jóvenes que han cometido su primer delito (147). Y por último, se anunció la creación de un Programa llamado «24 Horas» con el objetivo de identificar a los niños y adolescentes vulnerables y desarrollar un plan de intervención focalizado y un seguimiento de las familias con riesgo delictual (75).
Como se puede observar, la primera promesa se refiere justamente a crear un Servicio de atención y respeto de los derechos de la infancia en situación de exclusión social, no obstante, los planes y programas que se detallan parecen dibujar una política pública con un carácter más sectorial (familia, salud, educación, etc.) y focalizada en las niñas y los niños más pobres. Lamentablemente este enfoque no avanza hacia Políticas Públicas universales que reflejen una comprensión integral del fenómeno de la infancia. La focalización en las niñas y los niños más pobres obstaculiza su visión como actores sociales ya que victimiza o criminaliza a determinados grupos infantiles. Por ejemplo, algunas estrategias -como el “Programa 24 horas”- continúan perpetuando el sesgo criminalizador de la niñez en situación de exclusión social. Además, según la literatura especializada, las políticas de focalización tienden a ser implementadas con bajos presupuestos, ofreciendo bienes y prestaciones de menor calidad puesto que van dirigidas hacia “los más pobres” terminan siendo “políticas pobres”.
Estaremos pues con la mirada atenta y la visión crítica para observar los cambios que el terremoto ha traído en materia de infancia y políticas públicas en el Programa de Gobierno de Sebastián Piñera, para que no sólo sean frazadas las que lleguen a las niñas y los niños de todo Chile como Víctor Díaz.