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Y nuestro papel en él
CHILE - Un país de papel
Ariel Zúñiga
Miércoles 6 de julio de 2011, puesto en línea por
De cartones es la cobija del pobre en las glaciares noches de la ciudad. De cartón pintado en asfalto es el techo de la mediagua, y la aislación de excelencia, de las cientos de “aldeas” diseminadas en los barriales rurales, en potreros comprados por millones a sus amigotes.
De papel las soluciones y, a veces, de papel las demandas: Que un punto por aquí, que una coma por acá, el “pueblo pide” una nueva ley, una que prohíba, de modo perentorio, que los gatos regenten las carnicerías y que los ratones trabajen de guardias en las fábricas de queso.
“Necesitamos una ley” dicen, con voz engolada, con solemnidad de vendedor de tiempos compartidos, para que regule el lucro en la educación superior. El mismo que hasta el dictador de opereta se negó a tolerar.
Una “reforma constitucional” para que se pueda hacer un plebiscito siendo que se han realizado dos (88’ y 89’) sin cambiar una letra.
Una “ley de nacionalización del cobre” cuando hace cuarenta años se nacionalizó por unanimidad ¡hasta con los votos de la derecha!, ley que hasta hoy no ha sido derogada y que se incorpora en la constitución escrita por la señora Jaime Guzmán.
Papel confort en donde Piñera escribirá su cagona propuesta educativa.
Papel de diario en donde macacos fumadores escriben sobre las hemorroides de los futbolistas y de los violentistas que se manifiestan contra el consejo del cura párroco y el especulador inmobiliario del intendente.
Periodistas mercuriales en huelga porque les pagan poco por mentir.
Papel cuché para amenizar el rebaje y la tintura de la cuica mientras le enceran el cuatro por cuatro unos pasteros que se alimentan de papelillos y se cobijan con cartones, o vuelven como perro arrepentido a la mediagua de su mamá, revestida de excelencia con papeles pintados con asfalto, emplazada en sitios que costaron maletas con papel billete que quedaron en los bolsillos de los amigotes del presimiente.
Papel de hueón que debemos representar cada día para evitar caer en los archivos policiales o financieros. Papel de sapos que ejercen casi todos a mucha honra y con fervor patriótico.
Papel de mujer que se esmeran en refrendar cambiando las o por arrobas como si en eso se fuera la vida.
Papel de arroz para curar la mente agredida con tanta droga dura televisada.
El papel de la prensa, el transmitir todo aquello que hace al hombre más histérico, más débil, más pequeño, haciendo del mundo una pelota a la cual seguir mientras nos dilatan el orificio para que nos entre más fácil y más profundo.
Papeleos, papelilleros, país de mierda, de tinterillos, cafiolas y jureros.
El apetito de justicia sólo se sacia con actos, con obras. La palabra, en especial la que mancha el papel, contiene la mácula, carga con la mala prensa del papel de los periodistas, de los jueces, de los abogados, de los contadores, de los auditores, de los presimientes, de los politicastros de la concertraición, de los ladrones propiamente tal, de los asesinos de traje italiano que cafichean del famélico pos pinochetismo.
Papel que enriquece aún más a la familia Matte, la dueña de la papelera, la controladora de la palabra impresa, la que “hace caridad” fabricando borregos en sus colegios, la que gana millones haciendo caridad, la que se robó 36 millones de dólares del ministerio de vivienda, la que empobrece a los mapuche, la que los metió a la cárcel mintiendo con su ejército de periodistas, jueces, fiscales y policías.
Que arda la papelera y los papeleros con ella.